El exterminio de los judíos europeos empezó en Alemania la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, hace este jueves 85 años. Se la llamó «La Noche de los cristales rotos» o en alemán Kristallnacht. El canciller alemán Olaf Scholz eligió, para conmemorar una de las fechas más oscuras de la historia alemana y europea, arrodillarse y limpiar una de las miles de pequeñas placas con los datos personales de un judío berlinés asesinado.
El pogromo, con los nazis ya dominando todos los resortes del poder en Alemania, empezó el día 8. El Deutsche Allgemeine Zeitung, un diario de la época anunció que el atentado cometido en París por el judío polaco Herschel Grynszpan, que buscaba llamar la atención sobre la deportación a Polonia en condiciones inhumanas de más de 15.000 judíos polacos residentes en Alemania, tendría consecuencias para los judíos.
Ese día ocho hubo manifestaciones antisemitas organizadas por el partido nazi y en la tarde del día 9 se supo que Ernst Von Rath, secretario de la Embajada de la Alemania nazi en París, había muerto en aquel atentado. Hitler y Goebbels decidieron entonces dar libertad a las SA, guardia pretoriana nazi finalmente aplastada a su vez por las SS, para ir por los judíos.
La furia nazi a la medianoche
Poco después de medianoche se desató la furia nazi por toda Alemania. SA, SS, juventudes hitlerianas y civiles que se apuntaban al pogromo atacaron sinagogas, lugares de comercio y enseñanza de judíos, viviendas, hospitales, residencias de ancianos, orfanatos y todo lo que fuera o pareciera judío.
“¡Venganza por el asesinato de Von Rath!” o “¡Muerte a la judería internacional!”, gritaban las hordas. Los nazis asesinan por igual a mujeres, hombres, ancianos o adolescentes. Queman y saquean sin control. Pocas ciudades vieron algo de resistencia por parte de los alemanes arios. En Stuttgart protestaron algunos párrocos protestantes y en Wurtemberg su obispo, Theophil Wurm.
Los ataques y asesinatos siguen hasta las 17 horas del día 10 de noviembre, cuando la prensa de Berlín anuncia la orden de Goebbels de detener el pogromo “espontáneo”. Dos días después seguirá, anuncian, “una fase legal”. Se cuentan 91 asesinados directamente y más de 2.000 muertos entre los encerrados esa noche en los campos de Buchenwald, Sachenhausen y Dachau.
Si el régimen hitleriano no había decidido todavía lanzar la “solución final” (la exterminación de los judíos de Europa), sí quería un Tercer Reich sin judíos y no quería en Alemania al más de medio millón de judíos que se contaron en el censo de 1933 y los más de 100.000 convertidos y los hijos de parejas “mixtas” a los que las leyes raciales habían asimilado a judíos. A esos números había que añadir unos 92.000 judíos de la Austria ya anexionada por Hitler.
El pogromo tenía como primer objetivo atizar tal grado de terror que los judíos de Alemania abandonaran el país. La Conferencia internacional de Evian, en Francia, donde las potencias de la época, con participación estadounidense, trataron sobre los refugiados que huían de la Alemania nazi, no objetó nada a que Hitler “tome, con respecto a algunos de sus residentes, medidas que sean de su soberanía”.
El plan nazi funcionó. Entre finales de 1938 y mediados de 1939 huyeron de Alemania tantos judíos como en los cinco años anteriores.
Ese pogromo, durante el que se quemaron más de 1.400 sinagogas, fue además el punto de partida para las medidas que buscaban el empobrecimiento total de la población judía que no se marchara.
Quienes no se fueran porque se creyeran a salvo o quienes no pudieran, por ancianos, por pobres, por enfermos, serían asesinados a partir de entonces. No era un secreto, las SS lo comunicaron a la Embajada estadounidense en Berlín y The New York Times lo publicó el 23 de noviembre de 1938. Muchos países protestaron, pero muy pocos se ofrecieron a acoger a esos judíos que iban directos a la muerte. El Holocausto podía empezar.
Realidad virtual para no olvidar
Un artículo de la agencia AP cuenta desde Berlín cómo Charlotte Knobloch tenía seis años cuando vio arder las sinagogas de Múnich. Hoy, a sus 91 años, todavía vive en Múnich y preside la Comunidad Judía de Múnich y la Alta Baviera. Teme que se olviden aquellas atrocidades y cree que es esencial recordarlas a las jóvenes generaciones.
Así que, con ayuda de la Jewish Material Claims Against Germany de Nueva York, puso en marcha una exposición que con, realidad virtual, cuenta su experiencia de aquella noche.
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