Balotaje Massa-Milei: acuérdense de los tragasapos
Sergio Massa va a debatir con otro aspirante a conducir la sociedad de fomento del barrio. Cuando está llegando, pasa por el bar de la esquina, les da 100.000 pesos a cada parroquiano, y les dice: “Cuando venga alguien a preguntar si mi rival está loco, díganles que sí. Que está loco de toda la vida”.
Massa llega al salón de actos, se para ante los asistentes, señala a su adversario y exclama: “Este hombre está loco. No lo digo yo. Lo dicen los vecinos del barrio. ¡Vayan a preguntar al bar de la esquina!”.
Sucedió en el debate, salvo que Massa y Milei se enfrentaban por la Presidencia y que el bar de la esquina era Google.
Los parroquianos eran una página web llamada “loquedicemilei.com”, donde Massa mandó a los televidentes (nosotros, los miembros de la sociedad de fomento): “Yo los invito en casa a poner en Google ‘lo que dice Milei’, y van a ver…”.
Aún le quedaban dos minutos y cuarenta y tres segundos en ese bloque temático, pero el efecto estaba fríamente calculado: los televidentes debían googlear ahora, ya mismo, antes de que cambiaran de tema.
Había que tipear exactamente como Massa lo dijo para llegar a un compendio de los dichos y los rostros más desencajados de Milei, que sin embargo no ocultaba la leyenda: Patrocinado por Unión por la Patria.
El monto del patrocinio también se podía ver: casi 38 millones de pesos.
Cuatrocientos treinta jubilaciones mínimas invertidas en “Ven que tengo razón en lo que les digo”.
Camuflaje. Google es un bar que buchonea rápido.
Mientras veíamos cómo Milei trastabillaba con los “por sí o por no” con que lo zamarreaba Massa, nos preguntamos si algo sería real en esa arena cínica de votame y después vemos de candidatos que necesitan ensayar semanas sólo para parecer gente común.
Si no me creés a mí, andá y preguntá es una fórmula de barrio. Te lo digo con una mano en el corazón. Andá a mirar a Google.
Todos googleamos para elegir una dieta, soñar con las vacaciones o entender qué es eso que nos salió en el ecocardiograma.
Google desasna, ilustra, informa.
También tranquiliza, preocupa o confunde.
Puede ser el bar de los vecinos que señalan con el dedo, todos juntos a la misma persona, si lo patrocinamos adecuadamente.
Google reina pero no gobierna.
La Argentina será gobernada por quien adjudicó su floja performance en el debate a que la gente tosía, o por quien nos mandaba a chequear al bar que tenía comprado.
Por el que reivindica a Margaret Thatcher -¿los menores de 30 sabrán quién fue?- o por el jefe político de los que roban con las tarjetas truchas de Chocolate.
Con un sistema digestivo de acero inoxidable, Massa ha tragado los sapos que tuvo que tragar para llegar con una indemnidad asombrosa donde siempre quiso estar.
Milei ha tragado los suyos, suavizando la motosierra hasta volverla una espada de telgopor.
La opción peronismo o antiperonismo, ordenadora de los últimos 75 años de la política argentina, queda corta esta vez.
Insuficiente ante el dilema mayor para esa ancha franja de indecisos (por lo menos un 10 por ciento del padrón electoral, con encuestas que lo llevan hasta el 15) que será decisiva, y que debe elegir presidente entre la culpa de votar en blanco o tragarse otro sapo horrible sólo para evitar que gane el que uno cree que es una ensalada de alacranes vivos.
Quien gane debería acordarse de esa enorme cantidad de ciudadanos faquires mucho más allá del lunes 20.
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