Cambiemos busca sobrevivir en el Congreso
El desguace de Juntos por el Cambio – la gran esperanza blanca del país burgués – se hace ordenadamente y con una fina tarea de plomería de sus dirigentes. Tienen en la mira sostener a la fuerza – no ya una coalición virtuosa sino una liga de socorros mutuos – como eje de la oposición en el Congreso.
Lo que ha representado hasta ahora JxC puede tener, en los papeles, 93 diputados nacionales y 22/23 senadores. Mantener ese número es central ante cualquier resultado electoral.
Los dirigentes de la oposición han dicho hasta ahora que, más allá de que apoyen a Milei o a Massa, neutrales o abstencionistas, serán oposición con cualquier presidente que surja de las elecciones del 19 de noviembre. Es, claro, un juego de palabras. Porque Massa y Milei aseguran que van a llamar a formatos de unidad, que le den espesura a gobiernos que nacerán más débiles que nunca.
Si hay banda de votos en blanco y de abstenciones al voto, quien gane afrontará un mandato con debilidad de origen como la que tuvieron Arturo Illia en 1963 – asumió con el 25,14% de los votos -, o Néstor Kirchner en 2003, que obtuvo el 21,65% de los votos.
Illia al menos ganó. Néstor perdió con Carlos Menem, pero fue presidente por puntos. Se sacó la lotería de Buenos Aires como delegado que fue de Eduardo Duhalde.
El formato experimental de este ballotage pone la competencia en el plano de la relación personal entre el votante y el candidato. Los dirigentes presumen de arrastrar a los votantes Una fantasía. Mayor cuando esta elección plantea una competencia de estilos e identificaciones, no de programa, porque Milei y Massa piensan lo mismo en punto a economía.
El resultado saldrá de la competencia entre quienes se identifican con uno y otro. También un torneo de paladares y repugnancias. Hay opositores que se avergüenzan de Milei porque insulta sus valores. Hay oficialistas que se avergüenzan de Massa por la misma razón.
La oposición se adapta al experimento. Juntos por el Cambio quedó fuera del ballotage por no poner al mejor candidato – no lo era Patricia Bullrich, indemostrable lo contrario – y se entregó a un internismo venenoso que le hizo perder 20 puntos porcentuales desde 2021.
JxC pasó de tener el 42,74% en las legislativas de ese año al 23,81% de la primera vuelta electoral. Sin liderazgo, sin estrategia, sin unidad, desarmó el invento más ingenioso del no peronismo, que ganó el gobierno en 2015 y mantuvo esa base en casi todas las elecciones.
No haber valorado el significado de ese acierto trajo como consecuencia el estallido de la fuerza aun antes de ir a las PASO. Una primera minoría como fue Cambiemos en estos años, entró en un proceso de autodestrucción como si la fragilidad de sus dirigentes no le hubiera permitido controlar la voluntad de poder de esos egos de papel.
¿Macri planifica o se venga? ¿Por qué Patricia no suelta la campaña y sigue apareciendo por TV como si fuera candidata? ¿Nadie le avisó que ya terminó? ¿Milei se entrega a Macri o usa lo que éste le puede ofrecer como estructura para un repechaje?
¿Hay coincidencia de ideas o fascinación por lo que tiene el otro? Milei tiene magnetismo del escenario – Macri, que estuvo dos veces con él, dice que es un enigma, pero ya se declara embarazado, sino enamorado, de Javier.
Macri tiene magnetismo de clase, rico y famoso. Llevar a los hermanos Milei a su fina residencia de Acassuso fue un escenario para esa fascinación de chicos de barrio caminando por lo que para ellos es como el palacio de Versalles. Hubo testigos.
¿Cuánto amor hay en la fascinación? ¿Cuánto de redentorismo, al repetir que hay que tomar medidas “aunque duela” – un resabio de formación confesional? ¿Seguirán juntos si gana Milei o habrá otro ¿algo que es ley del poder? ¿Terminarán pidiendo una prueba de ADN para reclamar paternidad?
Y si pierden, ¿dónde será la masacre? Avisen. Por ahora, alimentan un ejercicio práctico para una cátedra de Psicología.
Larreta en fina plomería
La tarea de mantener el bloque unido a toda costa rehabilitó algunos túneles y algunas sedes de conciliación por donde trajina, con fina plomería, Horacio Rodríguez Larreta.
Se interesa en el diálogo con dirigentes que no han pronunciado su apoyo a Milei para que mantengan en la neutralidad o que, por lo menos, no digan nada sobre Milei. Se apoya en un arco que integran los gobernadores de la neutralidad, radicales y dirigentes del PRO que no han formalizado el intento de adelantar la creación de una bancada propia en Diputados.
Según los macro-mileistas podría haber llegado a las 30 bancas. Sigue en estado gaseoso. A este grupo se suma el ala que integran Emilio Monzó y Nicolás Massot – que juegan en tándem – con Rogelio Frigerio, electo en Entre Ríos.
De la necesidad de mantener el bloque unido conversó el jueves Larreta con Miguel Pichetto en su departamento de Av. del Libertador. También ese día parlamentó con Mario Negri en Tabac – santuario del macrismo originario.
Negri deja la Cámara porque no fue candidato a renovar la banca. Pero viene de ser durante 8 años jefe del interbloque y tiene las claves necesarias para empujar por la unidad.
Larreta cree que su llamado al consenso y la unidad no fue escuchado por la oposición. Pero piensa que ese espíritu dominará en algún futuro. Busca ser, en una nueva vida, uno de los jefes de ese nuevo tiempo. Como Macri, que sueña con recuperar liderazgo.
Controlar a los controladores
Mantener la unidad que les daba su porcentaje original de votos va en la conveniencia de los actuales y futuros jefes de la oposición, De ese conjunto surgirá el control de los bloques y la representación en órganos de control como la Auditoría General de la Nación y el Consejo de la Magistratura.
Que haya controladores de confianza del mismo Macri – hoy señalado como el dinamitero que rompió JxC – es la clave de la tranquilidad futura. También de Massa,si pierde. Sólo si la fuerza de origen permanece unida se asegurará, en cualquier resultado, una representación propia.
El 10 de diciembre cesa la gestión de Jesús Rodríguez en la AGN – que preside el organismo por designación de JxC como oposición del gobierno que termina. También cesa Pichetto, elegido por el bloque de Diputados, que asumirá una banca por la provincia de Buenos Aires.
¿Qué pasa si el interbloque de JxC estalla después del 10 de diciembre y entran en guerra con otras minorías? No es difícil imaginar el efecto dominó que tendrá en nuevas divisiones de la oposición. Aun en el caso de que Massa, o Milei, salgan con una ambulancia a recoger disidentes para sumarlos a sus gabinetes.
La Argentina entró en otro período experimental de su proceso político. Cruza el ecuador de los 40 años de estabilidad institucional – el más largo de su historia – con la seguridad que le da tener uno de los sistemas políticos más sólidos de la región y quizás del occidente europeo.
Es de los pocos que puede asegurar la alternancia pacífica de gobiernos de signos políticos contrarios sin tumultos, destituciones, exilios, presos políticos o abismos institucionales, mientras transita una formidable crisis de su economía. No ocurre en ninguno de los países del subcontinente, con la excepción del Uruguay.
El otro extremo es Chile, que entra un proceso de constitucionalismo a repetición, que puede chocar por segunda vez en el rechazo de una reforma de lo que queda de la Constitución de Pinochet.
Esa seguridad le permite a la Argentina este experimento de ir a un ballotage con los dos candidatos más precarios que pueden imaginar los partidos. Un verdadero torneo de perdedores, argumento cabal para una novela negra, el género de antihéroes: es necesario evocar “Manual de perdedores”, de Juan Sasturain, lectura obligada de capacitación para esos estilistas de la penuria– ojo, son dos tomos.
Los moderados, sólo espectadores
Sergio Massa, abanderado del oficialismo, protagonizó la peor elección del peronismo en décadas. Patricia Bullrich se había sacado el prode (digámoslo, aunque delate la edad) y perdió la boleta. Milei, que se comía el mundo junto a los animadores del prime time – 2 puntos de rating al caer el sol – no sacó un pu(n)to más que en las PASO.
Los moderados que viven en los grandes distritos de la Argentina, en donde se deciden las elecciones, se han quedado sin candidato. Miran desde la grada – ni platea les han dado – como espectadores de un show de Karadagián: Massa, el hombre de la barra de hielo, diríase, que camina mudo y serio sin rumbo, vs. Mario Bros de sindicalista campera de cuero, que blande herramientas con modos de aficionado (una motosierra de fantasía).
Ese público en la última década hizo ganar a Juntos por el Cambio en la categoría presidente en cinco de los siete distritos más grandes. Un 42% se ha liquidado para mal de todos y bien de ninguno, una canción de gesta que se ha perdido en sórdidas noticias policiales.
Cisnes negros de criadero
Señal de debilidad es también que Massa no encuentre sosiego para mostrar más fuerza. No pasa un día que no reciba un misil de fuego amigo. La crisis de las naftas, desencadenada por la conducción cristinista de YPF, le hace creer a Massa que hay por ahí un criadero de cisnes negros.
Otro cisne de Feed Lot es el comunicado de la Cancillería sobre la condena de los ataques de Israel sobre Gaza, que toma partido de una manera sesgada y que provocó protestas que, más allá de la legitimidad de las posiciones, es lo menos oportuno para un candidato que tiene que representar a la mayoría en una elección.
Da que pensar si no estará en la conveniencia de los sectores cristinistas, que miran las elecciones como una oportunidad para recuperar poder. Observan la campaña desde una trinchera con periscopios. No sea que esté en su medro que Milei gane las elecciones y les quite a Massa del camino.
Doble carambola. Destruirlos a Macri y Massa en mismo golpe. Con Massa fuera de juego, el cristinismo podría recuperar gravitación como una oposición que controla la provincia de Buenos Aires y otros distritos importantes, como única barricada al anti-peronismo de un Milei presidente de prestado.
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