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claves para darles libertad a los adolescentes sin ser cómplices del descontrol

Otro año más que llega a su fin, en un escenario mundial que asusta y en un país quebrado. Mientras tanto, nuestros hijos a punto de crecer. Llega el tiempo de las fiestas de egresados y los UUD (Último Último Día de clases) y otros rituales que los chicos arman como excusas para la fiesta y el descontrol.

Padres y madres en chats organizando y debatiendo sin saber muy bien que hacer ni cómo hacerlo. O quizás sin el coraje de decir «mi hijo no, en esta no participa».

Los adultos como padres y madres hemos perdido el sentido común. Lo sufren nuestros hijos, que tienen miedo a crecer y se anestesian para no enterarse. Y los adultos habilitamos los rituales mirando resignados.

Rituales que a veces pasan a ser solo una anécdota heroica 10 años después en reunión de egresados 2023.O puede ser cuestión de vida o muerte, una ruleta rusa en la que juegan los que más queremos.

No exagero. Me preocupa y me ocupa, por eso escribo estas líneas.

Todos los padres y madres del mundo queremos que nuestros hijos sean libres y felices. Pero equivocamos el camino. La libertad y la posibilidad de gestionar la felicidad se educa desde enseñarles:

  • El sentido de la responsabilidad (lo que hacemos tiene consecuencias)
  • El umbral de frustración
Los chicos se inician temprano en el consumo de alcohol. Foto Shutterstock.Los chicos se inician temprano en el consumo de alcohol. Foto Shutterstock.

Frente a la satisfacción inmediata que propone el alcohol y las diferentes sustancias psicoactivas, nada de la libertad y autonomía puede ser ejercida en plena adolescencia.

En esta etapa existe un predominio de principio de placer incentivado por este modelo de crianza, también el miedo a crecer (y las sustancias son anestesias), vértigo y sensación de ser inmortales.Y no lo son.

Y muchas veces las previas, las fiestas de egresados pueden estar en la línea de la vida y la muerte (lo digo una vez más) y no exagero.

Educar la autonomía

“Yo puedo solito” decía desde la sillita de comer y pedía la cuchara de la papilla.

“Yo puedo solito” con sus 18 meses, dando los primeros pasos en el living de la casa natal.

“Yo solito” a los 3 años, cuando la tozudez de sus padres mantenía las rueditas de la bicicleta, como reaseguro de los miedos de los grandes, que los chicos no tienen tantos miedos.

“Dejame a mí. Yo solito”, a los 6 abrochándose los botones del guardapolvo en primer grado.

“Yo solo con mi pieza” a los 8, cuando en el afán de guardar y guardar cada cosa en su lugar, mamá y papá ponían los autitos en el lugar de las piezas de las torres para construir.

“Dejame a mí, dejame que me equivoque” parecía decir en la escuelita de fútbol, cuando el padre, a sus 11 años, asumía su lugar de técnico de facto”.

Estas cosas, que desde el amor hacemos los padres sin darnos cuenta que les ponemos presión.

Daba ternura mirarlo con su máquina de afeitar, afeitándose esos cuatro pelos rebeldes, anarquistas, que le salieron desparramados en su carita de púber.

Y vino el viaje de egresados, el primer despegue grande, como se lo extraña, ¿estará bien, sufrirá mucho? “Que va a ser de ti lejos de casa”, los primeros destetes, los primeros despegues, y cómo asusta.

“Yo solo pa, no hinches” a sus 16, cuando estaba cocinando y el padre, olvidando el tamaño y edad de su hijo, le daba indicaciones como si no supiera, como si no pudiera equivocarse.

Yo solito, yo solo, yo puedo, yo tengo miedo y yo también. Les crecen alas, hoy ya es un hombre y está pintando, con ayuda, pero él solo, las paredes de su casa porque tiene 25 años, esos cuatro pelos ya son barba, algunos pelos menos en la cabeza porque a veces se caen y está volando, no huye, solo vuela y le crecieron alas y se las dimos nosotros.

Y sufrirá y nosotros estaremos ahí, como la torre de control del aeropuerto, el avión despega y va, y si hace falta, él solito, pero acá estamos. Y como cuesta, y como asusta pero qué lindo, qué lindo que vuele, y te amo hijo, ¡y por eso aplaudo tu vuelo…!

Un extracto de lo que escribí en No huyo solo vuelo (Editorial Hojas del Sur, 2020).

Es que de esto se trata, de estar “cerca para cuidarlos y lejos para no asfixiarlos”, pero que corran riesgos saludables, que se equivoquen en una pieza desordenada, una tarea mal hecha o una barba mal afeitada. No en una previa descontrolada. Ahí no hay autonomía y hay riesgo cierto en su integridad.

Lo digo una vez más, y sé que soy llanero solitario en estas lides: los jóvenes no están preparados para un consumo «a conciencia» de alcohol y sustancias.

Les hace daño, no se autorregulan, y si no entendemos esto caemos en la falacia de esgrimir «que les dimos las herramientas para que ellos decidan, que deben ser responsables y libres».

Y en esos asuntos no están capacitados para ejercer esa libertad. Ahí los desamparamos y aquí entra el segundo de los ítems.

Educando el sentido de la libertad responsable

Enseñarles a nuestros hijos como legado esencial que todo lo que hacemos, absolutamente todo, tiene consecuencias.

Si molesto a un compañero en mi clase ese niño sufrirá y ese sufrir no será en vano para él. Más adelante tendrá huellas y cicatrices de lo que hoy le sucede.

Si tomamos mucha leche, nos duele la panza. Si nos comemos toda la bolsa de caramelos, nos duele mucho la panza.

Si tiramos muy fuerte al piso el autito, seguramente se rompa. Si arrancamos el brazo de la muñeca, tendremos una muñeca con un brazo menos.

Si no ordenamos nuestros juguetes, tendremos toda la pieza desordenada, salvo que mamá o papá se dediquen a ordenarnos todo lo que nosotros dejamos tirado por ahí.

Si no formamos en la fila del jardín, vamos a demorar a todos nuestros compañeritos. Si dejamos de hacer caso de lo que nuestra maestra nos dice, no podremos aprender lo que nos quiere enseñar.

Si no nos bañamos tendremos olores y suciedades de diversa procedencia.

Si no estudiamos durante el año deberemos rendir materias en el receso escolar.

Si no ordenamos nunca nuestro cuarto algún día querremos mucho algo que no sabemos dónde hallar.

Si ya de grandes tomamos mucho alcohol, corremos el riesgo de tener un coma alcohólico.

Si experimentamos sustancias peligrosas, podemos y es muy probable que terminemos volviéndonos adictos a ellas.

Si tenemos sexo sin protección, podemos contagiarnos de alguna enfermedad de transmisión sexual o tener un hijo mucho antes de lo previsto.

Si golpeamos a alguien, podemos lastimarlo.

Si dañamos nuestro cuerpo, puede no tener retorno.

Si maltratamos a alguna persona, podemos ocasionarle un sufrimiento que quizás no podamos reparar con una disculpa.

Todo, absolutamente todo lo que hacemos tiene consecuencias.

Cuando ayudamos a alguien a cruzar la calle, estamos haciendo un mimo, siendo empáticos: cadena de favores, la rueda gira para un lado o para otro, depende qué hagamos en el universo que habitamos.

En la crianza, la mayor parte del tiempo estamos los padres pensando qué penitencia debemos poner a nuestros hijos cuando no cumplen con nuestros mandatos o con sus deberes.

Propongo que más bien pensemos en qué consecuencias (naturales, concatenadas, lógicas y desde el sentido común) deben tener los pequeños en función de lo que han dejado de hacer.

Si un niño de 10 años no presta atención a sus tareas del colegio porque está distraído con monitores varios, pues entonces los adultos deberán quitar del cotidiano de este niño la presencia de pantallas los días que tiene actividad escolar.

Si una jovencita de 15 años llega descompuesta después de una fiesta con amigos porque tomó alcohol, la medida de cuidado será acompañar y controlar de otra manera la forma en la que está tratando de crecer.

Fiestas de egresados. Foto Archivo Clarín.Fiestas de egresados. Foto Archivo Clarín.

Según el caso, quizás amerite una consulta profesional. Y ninguna de estas cuestiones serán penitencias.

Quiero decir: si tengo dolor de garganta, y mi médico indica antibiótico no es este un castigo para mí, más allá de la poca gracia que me puede hacer tomar medicamentos. Solo está cuidándome. En el caso de padres e hijos aplica exactamente lo mismo.

Educar el umbral de frustración

A los padres y madres amorosamente tibios se agregan y suman los padres y madres “copados” que pierden el eje de la asimetría y se vuelven pares de sus hijos.

Entonces festejan y promueven el descontrol, porque es cool y así “ganan el amor” de los mas jóvenes.

Lo que no entienden es que ese amor es vergüenza encubierta y una profunda decepción.

Los hijos nos precisan padres y madres, para pares están sus amigos, compañeros de club y demás espacios que habitan.

Y en estos tiempos de crianza con sobreempacho de confort vamos atrás de las soluciones antes que empiecen los problemas.

Y es una pena, porque si no les enseñamos a crecer no les enseñamos a vivir. Y van a sufrir, y pueden gestionar un no amoroso y a tiempo.

La única manera de dar vuelta esta historia es la puesta de límites amorosos (y recuerdo que el limite no es castigo ni penitencia, es amor y cuidado).

En estos días, además de fiestas de egresados, en Argentina tenemos por delante un balotaje para la elección de presidente.

Veo con tristeza un escenario político devastado, con candidatos que solo parecen pensar en su ego partidario y no en el bienestar de mi amado y golpeado país.

En este contexto, muchos jóvenes apoyan la aparición de uno de los candidatos que es el resultado de la desesperación, la bronca y el hartazgo. Es importante que sepamos que educar en autonomía y la verdadera libertad es enseñarles a discernir entre lo riesgoso y lo saludable, también en este plano.

Eduquemos entonces a nuestros chicos en la pasión, la libertad, la militancia de la empatía, el amor por la vida, honrándola y cuidando nuestra salud mental y física. Eduquemos el manejo de emociones y la gestión de ellas.

Hagamos todo eso, armemos redes para cuidar lo más valioso que tenemos y amamos, y entonces, solo entonces, estaremos sumando y aportando nuestro granito de arena para un mundo algo mejor.

Ayudémoslos a elegir, entre cuidar el cuerpo o no hacerlo, entre correr riesgos saludables o los que no lo son. Podemos hacerlo, es urgente.

*Schujman dictará hoy a las 19 el taller online de crianza: Adolescentes: herramientas para padres y madres para la prevención de riesgos.

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