El ejército ecuatoriano junto a la policía profundizó este jueves la operación de guerra contra los carteles del narcotráfico con decenas de operativos en medio de un clima tenso con atentados, toma de cárceles y un total de 16 muertos desde el alzamiento de los delincuentes el pasado martes.
Suman ya siete las cárceles ahora en manos de los reclusos que cuentan ya con 178 rehenes. Los arrestados en todo el país se miden en centenares aunque no se indicó inmediatamente una cifra definitiva.
Un dato importante es que no se observan movimientos intensos de militares en las calles. En esta ciudad costera de Guayaquil, donde el martes hombres armados se infiltraron a un canal de televisión que transmitía en vivo, la cotidianidad empieza a retomarse lentamente.
Mientras que el miércoles la mayor parte de negocios estaban cerrados y los supermercados, repletos de personas tratando de acaparar mercadería, en la tarde del jueves gran parte de la población regresó a trabajar y los comercios operaban con calma.
Lo cierto es que desde el pasado martes más de 22.400 militares han sido desplegados en estos operativos en todo el país. A ello deben sumarse los efectivos policiales.
Según Víctor Herrera, comandante de la Policía, 46 personas fueron detenidas por actos de terrorismo en el área metropolitana de Guayaquil donde todavía se mantiene un ambiente de incertidumbre y precaución.
Asimismo, las clases presenciales siguen suspendidas en todo el país por el estado de emergencia por 60 días declarado el lunes último.
Un dato político clave es que el presidente Daniel Noboa recibió un apoyo unánime del Congreso unicameral para su audaz decisión de lanzar a los militares a las calles para perseguir al crimen organizado. La medida tuvo un efecto interesante en la población. La gente comenzó a llevarle alimentos y bebidas a los soldados donde les toca la guardia.
Un ejemplo es el Comité Empresarial Ecuatoriano, que empezó una campaña para donar diversos productos a los uniformados. En su cuenta de X, la Armada agradeció el “apoyo moral” de la población civil. En realidad, expresión del agotamiento ciudadano frente a la violencia.
Los operativos policiales abundan y las autoridades han confirmado enfrentamientos con grupos criminales. En el sector Las Malvinas de la provincia de Guayas, un grupo armado abrió fuego contra una patrulla militar.
El choque terminó con el arresto de dos de los atacantes. Otro enfrentamiento en Esmeraldas resultó en la captura de un delincuente con el alias Chiquito, miembro del grupo narco “Los Tiguerones”. Según el presidente Noboa, las bandas criminales cuentan con cerca de 20.000 miembros en todo el país.
En otra operación antiterrorista realizada en la provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas, tres sujetos fueron aprehendidos. De acuerdo a la información policial, proveían armas a una organización terrorista llamada “R”, que realizaba robos, extorsiones, y asesinatos.
La policía informó también que en una ciudad de la Amazonía ecuatoriana un incendio en una discoteca aparentemente provocado dejó al menos dos personas fallecidas y nueve heridas.
Un sector de Quito, a su vez, amaneció el jueves con el alerta de que una mochila con un supuesto artefacto explosivo había sido colocado en un basurero en la zona del Playón de la Marín, cercana a una estación de transporte público, aunque tras la inspección de unidades antiexplosivos se descartó que fuese una bomba.
Luego efectivos del equipo antibombas de la policía realizaron una detonación controlada de un explosivo dejado en el denominado Puente de Guajaló, al sur de la capital.
En estas horas al menos cinco hechos similares ocurrieron en diversos sectores de la capital con la colocación de explosivos en al menos dos vehículos, un puente peatonal y cerca de una cárcel, los cuales no dejaron víctimas o heridos pero sí daños materiales, indicó la policía.
En Ecuador hay dos grandes cárteles de la droga, sobre una veintena en total. Son los Choneros y Los Lobos, vinculados con cárteles narcos de México. Los líderes de ambas organizaciones huyeron de la prisión esta semana.
Este jueves, reapareció Fabricio Colón Pico, el jefe de Los Lobos, quien escapó de la cárcel en Riobamba. El narco justificó esa fuga porque, dice, temía por su vida y le pidió a Noboa que lo proteja si se entrega.
El otro criminal es Adolfo Macías, alias Fito, cuyo escape sigiloso de la cárcel detonó el actual estallido. Huyó cuando supo que sería recluido en una prisión de alta seguridad.
Por supuesto, sus abogados defensores aluden a que en esas prisiones especiales no puede garantizarse su bienestar y seguridad. Lo cierto es que los penales son el centro de mando de estas organizaciones mafiosas y por eso resisten los traslados.
Los cautivos en las cárceles configuran uno de los mayores desafíos para el gobierno, que debe retomar el control de los presidios y poner a salvo a los secuestrados. Noboa ha dicho que no negociará ni detendrá la guerra para liberarlos y que se deberán ocupar los militares de rescatarlos.
También anunció un plan para construir centros penitenciarios modernos especializados en este tipo de criminales.Al mismo tiempo, el mandatario ratificó que expulsará a sus países de origen a 1.500 presos extranjeros, la mayoría de Colombia, Perú y Venezuela.
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