Cuando Marx se encuentra con Confucio
Carlos Marx y Confucio pasean juntos por una antigua academia china. En un bosque de bambú bañado por el sol, un grupo de estudiantes de pintura invita a los dos filósofos a ser sus modelos. Mientras los jóvenes pintan, Marx y Confucio charlan animadamente.
2400 años los separan, pero no importa. Están impresionados, entre otras cosas, con los trenes de alta velocidad de China. Cuando se revelan los retratos, los pensadores se sorprenden. Marx está representado con una túnica de la dinastía Tang; Confucio aparece retratado con traje y corbata occidentales.
Pero ambos están encantados. “He estado en China durante más de cien años”, dice Marx, en mandarín. “En realidad, soy chino desde hace mucho tiempo”, bromea. Confucio se ríe y se acaricia la barba. El pelo largo queda un poco extraño con el traje, dice, pero tiene sentido seguir cambiándose.
La escena pertenece a “Cuando Marx conoció a Confucio”, una serie de televisión estrenada en octubre y producida por Hunan, uno de los canales más populares de China por sus programas de entretenimiento.
Con un total de cinco episodios de 30 minutos cada uno, el programa narra el encuentro imaginario entre Marx y Confucio, ambientado en la Academia Yuelu, una de las más prestigiosas del país y antiguo centro de aprendizaje del confucianismo, fundada hace unos mil años. Los episodios pretenden demostrar, a través de una conversación cercana, que el marxismo puede encajar bien en la cultura tradicional china y que seguirá impregnando el bagaje cultural de la nación china en el futuro.
La serie atrajo la atención de The Economist y recogió también muchas críticas en las redes y sátiras entre los internautas. “Corre los límites de lo cursi y lo banal, y utilizando una frase con la que la burocracia cultural suele enjuiciar a sus oponentes- de nihilismo histórico”, escribe Dylan Levi King en el blog China Talk. Otro comentario: “cuando está en discusión la cuestión de la legitimidad, se desatan diversos tipos de argumentos absurdos”. Para aquellos que puedan soportarlo, rubrica The Economist, el espectáculo es una buena manera de comprender el pensamiento de Xi Jinping sobre la cultura, la última rama de la filosofía del líder chino.
China puede abrazar el capitalismo, como ayer abrazó el marxismo, y fundirlos en la milenaria filosofía confuciana, que se renueva en su visión sino-céntrica del mundo. Oriente y Occidente, en este mundo interdependiente, se implican y transforman mutuamente. En la geopolítica y en la cultura popular.
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