Ecuador está en el blanco de un intento de golpe del narcotráfico. No es menos que eso. Las bandas mafiosas han tomado el país desde hace años, al extremo de haberlo convertido en el mayor exportador de cocaína al mundo. Ahora buscan atarle las manos al flamante gobierno de Daniel Noboa que reaccionó ordenando a las fuerzas armadas que salgan a las calles para recuperar el control del país.
Es una medida grave, que modifica reglas importantes y que observarán con especial atención en el vecindario regional que experimenta en distintos grados el crecimiento y amenaza de estas organizaciones del crimen organizado
El estallido, que las mafias ecuatorianas promueven en estas horas, con una multiplicación de más de 30 ataques de violencia, explosiones, atentados y secuestros de policías, incluyendo la toma de un canal de televisión, busca poner un límite a ese avance del Ejecutivo.
La presión contra el nuevo gobierno comenzó con la fuga silenciosa de la cárcel de José Adolfo Macías Villamar, alias Fito, considerado el criminal más peligroso del país. Es el cabecilla de la mafia de Los Choneros que disputa el poder con Los Lobos, ambas organizaciones prebendarias de los carteles mexicanos, Jalisco Nueva Generación y Sinaloa, respectivamente.
Esa fuga buscaba debilitar al mandatario que hizo campaña prometiendo liquidar a los narcotraficantes. El nombre de Macías Villamar circuló durante las elecciones como un posible responsable del asesinato por un sicario del candidato presidencial y periodista Fernando Villavicencio.
El político muerto era un célebre investigador de los vínculos entre el Estado y las mafias, citaba con frecuencia al mafioso Fito y era denunciante del ex presidente Rafael Correa. Recordemos como dato de la tensión existente que en esos comicios los postulantes hacían sus actos vistiendo chalecos antibalas.
Cárceles, cuarteles narco
Uno de los ejes de este problema está en las cárceles, cuyo control perdieron sucesivamente todos los gobiernos y se han convertido en los cuarteles generales de las mafias.
Desde allí compran la obediencia de sus carceleros, de los magistrados, el funcionariado y así en toda la escala, como el propio Villavicencio denunció en su legendario Libro de Arroz, que reveló cómo agentes públicos gestionaban millones de dólares en sobornos durante el correísmo.
Una práctica que continuó luego con un Estado carente de herramientas para enfrentar semejante enemigo con tal indigencia que la nafta de los patrulleros la pagaban los policias de su sueldo y se comunicaban entre ellos con sus propios celulares.
Noboa tiene la intención y necesidad de recuperar el control de las prisiones y contener esta violencia para asegurar su carrera política. Está cumpliendo lo que queda del gobierno de su antecesor Guillermo Lasso quien debió renunciar apremiado por una maniobra promovida entre otros por Correa para llevar adelante un juicio político.
Tras la fuga del líder narco, Noboa aumentó la apuesta y ordenó al Ejército que ingrese a las prisiones y re localice a los jefes narcos. Fue la primera vez que se movía a las FF.AA. en ese sentido en un país que mantiene fuertes restricciones para utilizar a los militares en seguridad interna. Esa alternativa se legalizó con el decreto del pasado lunes que dispuso un estado de excepción de 60 días.
Las bandas de narcotraficantes reaccionaron este martes a esa medida con una rebelión de imprevisible desarrollo advirtiendo que no aceptarán los traslados de los líderes narcos y que matarán a policías y militares. Una declaración de guerra.
Noboa no perdió el tiempo. De inmediato caracterizó a los narcotraficantes como una fuerza terrorista “del crimen organizado transnacional”, remarcó que existe “un conflicto interno armado” y ordenó a los militares que, por lo tanto, actúen en defensa del país para recuperar el control.
Es una apuesta gravísima, no tanto por la decisión del Ejecutivo sino por lo que tiene enfrente.
Ecuador se convirtió en un punto clave del alijo y trasiego de la droga que se elabora en la región aprovechando, además, el sistema de dolarización vigente en el país.
El puerto de Guayaquil, uno de los de mayor actividad en Sudamérica, es un punto clave del tráfico de drogas por la laxitud de los sistemas de vigilancia. Pasan por ahí, según datos recopilados por The New York Times, 300.000 containers cada mes, pero las autoridades solo pueden revisar un mínimo.
La droga es llevada oculta en envíos de frutas, de cacao o artesanías y son receptados por una red en el norte mundial. Se trata de 700 a 800 toneladas de cocaína anuales, según el académico Fernando Carrión, especialista ecuatoriano en seguridad ciudadana.
La mayoría se envía a EE.UU., pero también a Brasil donde hoy es récord el consumo. Otra parte sigue a Europa y un resto se queda en Ecuador. Para calibrar de qué se trata, obsérvese que un kilo de esa droga. que se comercia en unos 2.000 dólares en la región. escala a casi 30 mil en el norte mundial, ilustran los expertos.
El asesinato de Villavicencio durante las elecciones y esta rebelión golpista de las mafias narcos buscan asegurar que los delincuentes son los que imponen las reglas. De revertir esa barbarie se trata precisamente la apuesta de Noboa. Es de esperar que acierte.
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