El desafío de Mariú Fernández, después de saltar a la fama cantando a Amy Winehouse con peluca
El secreto de cómo una artista se transforma en popular es realmente incierto, pese a que la suma de belleza, talento y estar en el lugar y el momento indicado siempre son factores cruciales.
Transitando los pasos correspondientes se encuentra la cantante y actriz Mariú Fernández, quien desde hace años batalla con la música y la actuación, incluso con la chapa de haber actuado en películas como El amor menos pensado (2018) junto a los consagrados Ricardo Darín y Mercedes Morán.
Ahora bien, si de cantar se trata, sin duda los musicales son su fuerte desde que empezó en todo esto, cuasi apadrinada por Ricky Pashkus e incluso terminando por renunciar a sus estudios en la carrera de Derecho, sin siquiera haber soñado nunca antes lo que llegaría después.
Lo llamativo en su proceso dentro del mundo del espectáculo primero tuvo que ver con que se anotó y fue admitida por Julio Bocca en su Escuela de Danza, para luego conseguir una beca que la llevó a estudiar teatro musical nada más y nada menos que en Broadway.
Luego del gran fogueo, llegaron enormes desafíos sobre tablas junto a Enrique Pinti e incluso con Guillermo Francella, quien incluso la hizo participar en un capítulo del famoso sitcom Casados con Hijos.
Sumado a ese historial, también vale destacar el importante rol que tuvo dentro de la versión teatral de Tango Feroz, que sigue siendo el film más taquillero de la historia del rock nacional, basada en la vida de Tanguito.
Lo cierto es que hoy por hoy esta mujer que nació en Caballito y atravesó su adolescencia en el barrio de Congreso está presentando sus primeras canciones bajo su propia autoría (producidas por Mariano Otero), tras años de haber homenajeado, con rotundo éxito a la recordada estrella de canción británica, Amy Winehouse.
Su próximo show es el domingo 15 de octubre en Bebop Club, en el barrio porteño de Palermo.
Encuentro en Palermo
Es una tarde soleada en Buenos Aires, preludio de una primavera que aún no se decide por completo a decir presente.
El lugar para la entrevista lo eligió Mariú. Y es precisamente donde tocará en octubre.
Sucede que en este espacio fue donde creció en su carrera como cantante solista, desde la época en que estaba en el barrio de San Telmo, muchísimo antes de su mudanza a Palermo.
Por aquí se mueve como pez en agua: pide algo para beber, indica al personal del lugar sobre las luces, decide cambiarse de atuendo para la sesión fotográfica y recién después se sienta a conversar.
“Estar aquí es como en casa, porque desde hace muchísimo tiempo que suelo cantar. Incluso el homenaje a Amy casi que lo empecé en este lugar hasta llegar a La Trastienda, también pasé por La Vaca Profana y el Hard Rock Café”, puntualiza la cantante.
En su espectáculo actual aún no deja de lado las canciones de Winehouse e incluso de otras gigantes de la canción mundial, pese a que de a poco se lanza con lo propio.
Por cierto, desmenuza lo siguiente: “En cierto momento me saqué la peluca de Amy y empecé a darle un sentido más propio a su historia, con un libreto en el que yo hacía de poseída por otra cantante; me acuerdo que lo presenté en el Maipo”.
Su atracción por Amy y la historia de vida de la cantante inglesa cuenta con un paralelismo al que recién accedió de grande tras conocer sus canciones.
“A su música la conocí luego de que ella falleciera. Fue en la época que yo estaba en Tango Feroz. Incluso imaginaba que ella era una negra, por su increíble voz”, agrega y sonríe.
Después retoma: “Viajé a Londres en 2013 y fui al museo donde hay bocetos de canciones suyas y hasta zapatillas de su época de teatro musical. O sea, cosas más concretas de su vida. Todo fue de la mano de un dolor similar que sentí al conocer más sobre ella”.
Una infancia compleja
Criada por su madre y con dos hermanos mayores, Mariú cuenta que sufrió sobremanera la ausencia de su padre, pues los abandonó cuando ella apenas tenía diez meses de vida.
“Es un tema sensible para mí. Yo siempre me preguntaba qué había hecho mal, me sentía culpable por la realidad que me tocaba vivir. Y ahora que soy mamá me doy cuenta que las responsabilidades son de los adultos. De hecho, la primera canción que escribí, Algo para olvidar, fue a mi papá y habla del duelo”, expresa con sus ojos un poco húmedos.
El asunto afectivo en la vida de Fernández no es un detalle menor, a tal punto que considera que le costó demasiado resolver.
“No creer en las relaciones tuvo que ver con mi realidad familiar en donde la pareja de mis padres estaba destruida”, analiza con la mirada hacia el más allá.
¿Cómo remedió ese daño? “Pensaba que no había lugar para eso, estaba con el teatro, muy libre, probando, conociendo gente y de pronto conocí a una persona sin buscarlo, incluso él no tenía nada que ver con el ambiente en el que yo me movía”, sostiene de manera expresiva en su tono de voz.
El hombre al que se refiere es Maxi, su pareja desde hace varios años y padre de su hija Emma, de tan solo seis.
“Con Maxi tenemos una relación especial. El es despachante de aduana y respeta mi carrera artística. Juntos lo damos todo por nuestra hija. Me considero una madre presente. El tiempo para un hijo es demasiado importante”, realza en su discurso.
Toda esta temática de la familia y la ausencia paternal en su vida, justo coincide con que el papá de la cantante falleció hace apenas un mes.
“A ver, es duro… No quiero que a ella le falte nada, ni que le suceda lo que a mí me pasó. Mi hija baila, canta naturalmente. Maxi la trae a mis shows. Creo que todos tenemos que estar preparados para todo, incluso para las frustraciones. Hay que saber acompañar”, esgrime.
Entre recitales y universidad
La mudanza familiar de Caballito a Congreso trajo consigo vivencias nuevas en una joven a quien aún ni se le cruzaba por la cabeza transformarse en cantante. Sin embargo, la música estaba presente todo el tiempo.
“Iba con mis amigos a ver a los Redondos a todos lados. Iba a recitales de Los Piojos a Arpegios y a los de Las Pelotas a Cemento. También iba a Dr Jeckyll a ver a la Bersuit; era de ir muchísimo a recitales”, expresa ahora con una sonrisa.
Y luego continúa con los tiempos de pubertad: “Yo usaba All Stars, pantalanes jeans, remeritas, camperita de cuero o de jean cortas, casi que no iba a bailar. Nos manejábamos en grupo, hasta que dejé de ver a mis amigos”.
-¿Por qué dejaste de verlos?
-Porque me puse a estudiar en la UBA, porque había que estudiar algo. Me gustaba la parte penal de Derecho, la criminología. Pretendía comprender el bocho de la gente que se mandaba macanas, porque mi padre se mandaba muchas de ellas.
Hacia el teatro musical
Por tratarse de una familia sostenida por su madre, Mariú debió esforzarse demasiado apenas terminó la secundaria.
“Por la mañana trabajaba en la peluquería de mamá. Barría el pelo del piso, lavaba las cabezas de las clientas, preparaba el café. Es que mamá quería que entendiera el valor del dinero, el esfuerzo”.
Tomar la decisión de dejar la facultad no fue fácil para la artista, pues su madre creía que el futuro próspero le llegaría por ese lado.
“Para mamá fue duro cuando le comuniqué que dejaría abogacía, ella se esforzó muchísimo para que pudiéramos estudiar y ser alguien en la vida”, rememora.
No obstante, el destino y el paso del tiempo hizo que su progenitora al fin y al cabo terminara por apoyar a su hija en su futuro artístico.
“A mí me habían llamado de la Fundación de Julio Bocca, pasé la prueba, luego otra audición con coreografía incluida, me pidieron que cantara el Feliz Cumpleaños. Después me dijeron que tenía condiciones y me concedieron la Beca Bocca”, hace memoria.
Al tiempo apareció la propuesta de su viaje a Estados Unidos.
“Al principio en paralelo seguí con abogacía, pero cuando me salió la beca a Broadway tomé la decisión de dejar la universidad. Mamá estaba preocupada, pero al ver que todo era serio, se puso contenta: salió lo del viaje, terminé mi nueva carrera y después me fui al Maipo con Enrique Pinti”.
Aprendiendo de los grandes
Acerca de sus grandes maestros, Mariú los menciona con un notable agradecimiento.
“Pinti te resolvía todo en esta profesión. Era el cabeza de compañía que no necesitaba fanfarronear. Venían Ligia Piro, Amelita Baltar. Allí fue mi primer laburo. Igualmente, nunca dejaré de estar agradecido a Ricky Pashkus, que fue mi primer director”.
La responsabilidad laboral en el terreno artístico fue motivo más que suficiente para que la vida de Fernández diera un giro de ciento ochenta grados.
“Ahí dejé de ir a recitales, cumpleaños, reuniones familiares. Algunos lo entendieron, otros no. Yo tenía que ensayar. O bien cuando la gente salía a divertirse, yo estaba laburando para ellos”, reflexiona.
En este largo andar suyo sobre tablas, otro recuerdo que atesora tiene que ver con Guillermo Francella.
“El fue quien me dio mi primer bolito en televisión. Me ayudó a definir esa faceta de la actuación, más allá del canto. Me incluyó en Casados con Hijos. Hice de una chica que tenía una relación con Coqui y aparecían la madre y hermana, quienes nos veían de sorpresa”.
Respecto a cuando le tocó trabajar con Ricardo Darín, de nuevo se trató de estar en el lugar y el momento indicado.
“Me acerqué a un casting, ellos estaban buscando a una bandoneonista. Yo les dije que solo cantaba. Y después me llamaron a decirme que el papel era mío”.
Sobre Darín, a Mariú le sobran palabras de elogio: “Es un muy buen compañero. Disfruté un montón. Imaginate: ¡Lo admiraba de verlo en películas y de pronto estaba actuando y cantando al lado suyo!
Acerca de las oportunidades que no dejó pasar en su trayectoria, la vocalista plantea una mirada clara al respecto.
“Cuando me fui poniendo más grande aprendí a escuchar a esa voz interior. Cuando era chica yo era vergonzosa, me sentía insegura de todo. Por lo menos ahora sé lo que no quiero. Y eso es más que mucho”, concluye.
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