Son días de calculadora en mano en las sedes de los partidos políticos que integran el Parlamento español, en especial en el PSOE, cuyo secretario general y candidato a la reelección, Pedro Sánchez, necesita apoyos más que nunca para cumplir el encargo que le encomendó el rey Felipe VI: conseguir la confianza del Congreso para ser nombrado presidente y formar un gobierno.
Sánchez tiene dos instancias para lograrlo: reunir el voto favorable a su investidura de la mitad más uno de los 350 diputados que integran el Parlamento –es decir, 176-, o juntar más “sí” que “no” en una segunda votación.
El actual presidente en funciones cuenta con 121 bancas de su partido. Agregaría otros 31 escaños de Sumar, la coalición de izquierdas de Yolanda Díaz, su actual ministra de Trabajo en funciones, aunque el “sí” no está aún abrochado.
Casi todos los días hay negociaciones sobre cómo quedaría conformado ese posible nuevo gobierno de coalición PSOE-Sumar.
Matemáticas
Pero estos 152 apoyos no alcanzan. Por eso, una vez más, Pedro Sánchez golpeó la puerta de los partidos independentistas catalanes y vascos.
Lo hizo en 2020 y consiguió ser investido, en la segunda votación, por dos votos.
Hace tres años, para que las cuentas dieran, el separatismo votó a favor o se abstuvo.
Hoy, la investidura es una figurita más difícil todavía para Sánchez.
Porque el soberanismo catalán le exige, a cambio, una amnistía por los delitos cometidos en 2017 durante el intento de separar a Cataluña del resto de España y las condiciones para negociar un referéndum de autodeterminación.
Y porque Junts, el partido de Carles Puigdemont -el ex presidente catalán que huyó de España en 2017 para no ir preso por declarar la independencia-, anunció este jueves que no facilitará una investidura del socialdemócrata votando una abstención.
Junts se niega a habilitar esa posibilidad, que le daría margen a Pedro Sánchez para maniobrar una mayoría simple (más votos favorables que en contra) con otras fuerzas políticas.
El partido de Puigdemont quiere tener en sus manos la última palabra: su equipo negociador confirmó al PSOE este jueves que ellos votarán “sí” o “no” a Sánchez presidente, bloqueando así otras chances aritméticas de alcanzar los apoyos necesarios.
Un cambio de opinión
El volantazo de Junts es una reacción reflejo al anuncio que este jueves hizo Coalición Canaria, el partido regional que el PSOE no contaba entre los favorables a una investidura de Pedro Sánchez, y que ahora estaría dispuesto a cambiar de idea.
Así lo manifestó el presidente de las islas Canarias y líder del partido regional, Fernando Clavijo: “España no está condenada a depender del voto de Junts”, dijo este jueves.
“Coalición Canaria está en disposición de convertirlo en un actor secundario. Así, el voto afirmativo de Junts dejaría de ser relevante”, agregó el presidente de Coalición Canaria.
El partido que gobierna el archipiélago español frente a las costas de África viene de votar a favor de la investidura de Alberto Núñez Feijóo, el candidato del Partido Popular que se quedó sin asiento presidencial por cuatro votos.
Fracasado el intento de Núñez Feijóo, que fue el más votado en las elecciones generales de julio, llegó el turno de Sánchez, y Coalición Canaria se perfila ahora como la fuerza pequeña que podría cambiar el rumbo de la investidura del candidato del PSOE.
Clavijo no se guardó, sin embargo, su opinión contraria a que el gobierno en funciones -hasta que se forme uno nuevo- busque recovecos por donde permitir que se cuele una ley de amnistía para satisfacer los requerimientos del soberanismo catalán. “No es moral”, opinó.
Y se permitió ironizar sobre quién tiene la sartén por el mango a la hora de formar un nuevo gobierno en España: “Si el partido de Carles Puigdemont tiene la llave de la investidura, Coalición Canaria cuenta con el llavín de la gobernabilidad”, dijo Clavijo.
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