MundoNoticias

el suicidio como último acto de resistencia

Cerca de la medianoche del 10 de septiembre de 1973, el presidente chileno Salvador Allende Gossens -el primer socialista en el mundo que llegó al poder a través del voto popular- recibió informes sobre una “movilización de tropas”. Y convocó a dirigentes, asesores y amigos, que se reunieron de madrugada en su casa del barrio Tomás Moro.

No disponían de tiempo: el golpe militar se inició a las 6 en Valparaíso y una hora y media más tarde, cuando Allende y su equipo llegaron al Palacio de la Moneda, su primera consulta fue: “¿Dónde está el general Pinochet?”.

Según le expresó Jaime Gazmuri (por entonces secretario del MAPU, un partido de izquierda católica que integraba la Unidad Popular) a Norma Morandini en una entrevista por Clarín (13-9-98) “Pinochet era un general constitucionalista que había hecho alardes de lealtad al presidente, una lealtad en el límite con la obsecuencia. Tengo la impresión de que Allende durante el último mes, intuía un desenlace catastrófico como el que ocurrió y estaba preparado psicológica y moralmente. Por un lado, no fue una sorpresa que el golpe tuviera el apoyo unánime de las fuerzas armadas. Y por el otro, temía el desenlace y estaba dispuesto a cumplir con su papel histórico”.

A esa hora, el general Augusto Pinochet, jefe del Ejército, se encontraba a 20 kilómetros, en Peñalolen. Había asumido la conducción del golpe junto a los otros comandantes: Gustavo Leigh (aviación), José Toribio Medina (Armada) y César Mendoza, al frente de los Carabineros. “Rendición incondicional, nada de parlamentar”, ordenó Pinochet en uno de los ahora famosos diálogos con el vicealmirante Patricio Carvajal, otro de los jefes golpistas. Diálogos que trascendieron desde la desclasificación de documentos y en los ocho libros que -sobre el día del golpe- elaboró la periodista Patricia Verdugo.

La orden de los comandantes para que se evacuara el Palacio de La Moneda se emitió a las 10, seguida por la amenaza de proceder por la fuerza y con la exigencia de la renuncia de Allende. Este reunió a su gente en el Palacio, les pidió a las mujeres y al personal subalterno que se marcharan. “A los carabineros que formaban su guardia les dio a elegir y casi todos optaron por abandonarlo. Inclusive el general Sepúlveda, jefe de ese cuerpo, también se marchó”.

La estatua de Salvador Allende ubicada frente al Palacio de La Moneda. La mayoría de los mandatarios de izquierda de la región asistirán el lunes a los actos conmemorativos por el 50° aniversario del golpe de Estado. Foto EFELa estatua de Salvador Allende ubicada frente al Palacio de La Moneda. La mayoría de los mandatarios de izquierda de la región asistirán el lunes a los actos conmemorativos por el 50° aniversario del golpe de Estado. Foto EFE

Allende conminó a su hija y secretaria Beatriz para que se marchara -consiguió hacerlo a La Habana- junto a Frida Modak, jefa de prensa de la presidencia. Estos detalles se difundieron poco después de la tragedia, descriptos por Jorge Timossi, un periodista argentino que trabajaba para la agencia cubana Prensa Latina y Clarín publicó su testimonio esa misma semana.

Bombardeo y la toma a sangre y fuego del palacio de La Moneda. Foto: APBombardeo y la toma a sangre y fuego del palacio de La Moneda. Foto: AP

Entre los que se quedaron estaba la llamada GAP (Guardia de Amigos del Presidente), algunos funcionarios como el director de investigaciones, Eduardo Paredes, y amigos como el periodista Augusto Olivares, que iba a correr la misma suerte que Allende.

A las 11.30, desde la azotea y los balcones de La Moneda, abrieron fuego contra las tropas que los rodeaban. El bombardeo no demoró más: a las 11.52 un Hawker Hunter pasó primero y sus 18 cohetes dieron en el blanco, mientras comenzaban los cañonazos desde los tanques que rodeaban el Palacio.

Entre el fuego, Allende lanzó el que sería su último y legendario discurso a través de Radio Magallanes, una de las únicas que todavía no ocupaban los golpistas. Aquel discurso cerrado por estas palabras: “Más temprano que tarde se abrirán las alamedas por las que transitará el hombre libre para construir una sociedad mejor”

La resistencia se extendió durante dos horas, hasta que el propio Allende pidió a sus allegados que se entreguen. El relato del periodista Timossi indica que Allende envió a dos de los suyos -Fernando Flores, secretario general de Gobierno, y Daniel Vergara, subsecretario del Interior- a parlamentar con los golpistas: “Los tomaron prisioneros, fueron los primeros detenidos en el subterráneo debajo de la plaza Constitución y más tarde aparecieron muertos”. Timossi describe una conversación a esa hora con Jaime Barros, asesor económico de Allende, uno de los pocos leales que se quedó resistiendo: “Vamos hasta el final -le aseguró- Allende está disparando con una ametralladora, esto es un infierno y nos ahoga el humo”.

A las 3 de la tarde del 11 de septiembre de 1973, esa resistencia había terminado. El período presidencial de Salvador Allende (controvertido, esperanzador para muchos, tumultuoso siempre) se extendió durante 34 meses y 18 días, desde su histórica victoria electoral de 1970.

Cuando las tropas ingresaron al Palacio, SSalvador Allende estaba muerto en el Salón Independencia: su cabeza destrozada. Y en la mano tenía el fusil AK que le había regalado su amigo Fidel Castro. En la sala vecina estaba el cadáver de su jefe de prensa, el “Perro” Olivares.

Los primeros relatos de los sectores de izquierda, además de exaltar su heroísmo, hablaron de fusilamiento. “Salvador Allende murió empuñando una metralleta”, señalaron, mientras las imágenes del presidente con el casco y el arma parecían ratificarlo. El primer despacho de la agencia Latin desde Santiago señaló: “Allende murió luchando con un casco de carabinero en la cabeza y una metralleta en la mano”. Citando a “fuentes bien informadas” dice que “Allende sucumbió como consecuencia de los impactos de ametralladora (de los golpistas) sobre la parte superior del cuerpo, que serían 13”.

El tiempo diluyó esa denuncia y confirmó que Allende se había suicidado. El propio Fidel Castro, quien al principio hizo una descripción sobre una patrulla liderada por el general Javier Palacios que habría acribillado a Allende, después lo relativizó. Mucho más adelante, afirmó: “Salvador Allende combatió como un león hasta el último aliento y si fue asesinado por los golpistas o se suicidó, no hay contradicción alguna (…) Unos afirmaban que los últimos disparos los hizo contra sí mismo, para no caer prisionero, y otros que su muerte sobrevino por fuego enemigo. El palacio ardía atacado por tanques y aviones para consumar un golpe que consideraban trámite fácil y sin resistencia. No hay contradicción alguna entre ambas formas de cumplir el deber”.

“Durante muchos años la tesis del suicidio fue muy contrastada por la izquierda chilena -expresó Gazmuri en la mencionada entrevista con ClarínEsa fue la primera versión que dio la Junta Militar y cualquier versión que dieran era poco creíble. A muchos el suicidio podía parecerles un gesto de renuncia. A mí siempre me pareció plausible la idea del suicidio. Allende era un político democrático, un parlamentario, un hombre acostumbrado a los instrumentos de la política, no de la guerra. Cuando una figura de esa naturaleza se dispone a organizar la resistencia militar en La Moneda, en realidad lo que está haciendo es un gesto simbólico. Todo el mundo sabía que esa batalla estaba perdida de antemano”.

Uno de los médicos de Allende, Patricio Guijón, afirmó que él había presenció el momento del suicidio de Allende. Otro de los testigos fue un policía llamado Gustavo Basaure Barrera -uno de los 17 que decidió permanecer en el Palacio- quien declaró: “Yo estaba a unos metros de la puerta del salón Independencia. Escuché dos disparos secos. Tres o cuatro hombres llegaron corriendo desde el ala sur del pasillo y abrieron la puerta del salón, uno de ellos gritó que el Presidente se había matado. Yo no entré al salón, pero como la puerta quedó entreabierta me asomé a mirar: aunque estaba casi a oscuras, sin luz, vi que el Presidente estaba tendido en un sillón y tenía una herida en el cuello, aunque no parecía tener sangre. Encima tenía un fusil”. Basaure sostuvo que nunca había visto al doctor Guijón por allí.

El cadáver de Allende fue retirado por los soldados a las cinco de la tarde, en un operativo ordenado por Palacios -el mismo que al principio acusó Fidel- y ejecutado por el suboficial Manuel Vásquez Nanjarí. Lo trasladaron al Hospital Militar y ordenaron a un equipo de médicos legistas para que “certifiquen la causa de muerte del señor Allende con el objeto de evitar que más adelante se nos pueda imputar a las Fuerzas Armadas el haber sido las que provocaron su fallecimiento”.

Un avión trasladó el cadáver hasta Viña del Mar, donde lo enterraron en el cementerio Santa Inés en presencia de unos pocos familiares, el edecán naval y cinco sepultureros. Fueron los únicos testigos, mientras el mundo estaba conmovido y los últimos bolsones de resistencia a los militares se iban eclipsando. La represión no iba a demorar

Casi cuatro décadas después, en 2011, un equipo de peritos internacionales con Francisco Etxevarri (español) y David Pryor (británico) entre otros, que incluyó exámenes genéticos y odontológicos, peritajes antropológicos y balísticos, confirmó el suicidio de Allende. Y lo ratificó la Corte de Apelaciones de Chile al año siguiente, al cerrarse la investigación a cargo del juez Mario Carroza. “Allende se suicidó apoyando su fusil AK 47 bajo su mentón y disparando dos balas que le causaron una lesión perforante de la cabeza por proyectil de arma de fuego de alta velocidad a contacto”, determinaron.

Augusto Pinochet y Salvador Allende, pocos días antes del golpe de estado en Chile.Augusto Pinochet y Salvador Allende, pocos días antes del golpe de estado en Chile.

La entonces senadora socialista e hija del expresidente, Isabel Allende, afirmó: “No nos queda ninguna duda. Se ha sentado una verdad jurídica que no quita el valor y la integridad de Allende. El llegó a esa acción porque no estaba dispuesto a dejarse humillar. Presentó resistencia hasta donde fue humanamente posible. Es un orgullo”.

Al acercarse medio siglo de esta tragedia, aún algunos rebaten la tesis oficial. Un reciente artículo en Le Monde Diplomatique señala que “hay múltiples testimonios que indican que Allende fue ultimado por el primer comando militar que ingresó a la sede del Poder Ejecutivo”. Sin embargo, no citan ninguna fuente precisa.

Como describió el sociólogo chileno Alfredo Joignant en El País “la muerte de Allende fue tan excepcional y sublime como históricamente inusual. Una verdadera rareza. En algún sentido, la muerte de Allende es un asunto de formas en un momento crítico, en donde poco importa si fue asesinado en combate o si se suicidó: había que morir y Allende decidió hacerlo. Toda la evidencia empírica apunta y consolida la tesis del suicidio: ¿cambia algo a la representación universal de su figura? Absolutamente nada. Seguir insistiendo en que fue asesinado y que su muerte no fue un suicidio es un ejercicio ocioso: algo así como una búsqueda de plusvalía de heroísmo cuando, en realidad, el heroísmo y el martirio presidencial están completamente establecidos. Desde el primer día”.

La cobertura de Clarín

La tapa de Clarín del 11 de septiembre de 1973 estaba signada por un suceso conmocionante: “El ERP 22 de Agosto al Pueblo”. Era el título de una solicitada que ese grupo -escisión de la guerrilla Ejército Revolucionario del Pueblo- había obligado a publicar al diario, al secuestrar a su apoderado Bernardo Sofovich. La publicación de esa solicitada tendría duras consecuencias, pero aquella edición del 11S sólo aludía a la situación en Chile con la página 2, que abría también la sección de noticias internacionales. “Silencio de Allende sobre la oferta opositora”, se titulaba. Y agregaba: “La Democracia Cristiana solicita su renuncia y el llamado a nuevas elecciones”.

Todo iba a cambiar dramáticamente en esas mismas horas, cuando el golpe militar terminaba con el gobierno (y la vida) de Salvador Allende.

La tapa de Clarín del 12 de septiembre de 1973La tapa de Clarín del 12 de septiembre de 1973

La tapa de Clarín del miércoles 12 se dividía en los dos sucesos: “Golpe militar en Chile. Se mató Allende”, en primer plano. Y debajo: “Atentado contra Clarín”. Allí se detallaba que “el ERP 22 liberó a Sofovich. A cambio de la vida del apoderado de Clarín se exigió la publicación de tres solicitadas”.

La cobertura del ataque a Clarín -un grupo armado de 40 personas lo hizo sobre el edificio del diario con bombas, disparos de armas cortas y ametralladoras, granadas y explosivos- abarcó las nueve primeras páginas del diario. En cambio, la cobertura del golpe en Chile (“Allende fue derrocado y se suicidó”) ocupaba tres páginas en la sección internacional, más adelante, con reportes de las agencias internacionales y la cobertura de las marchas de repudio en nuestro país.

En aquella semana, y pese a que se acercaban las elecciones en nuestro país que le iban a dar un rotundo triunfo a la fórmula Juan Perón-Isabel Perón, la cobertura sobre las campañas era escasa. Los acontecimientos en Chile se mantuvieron en primera plana durante toda la semana, habían sacudido políticamente a nuestro país.

Los títulos en Clarín durante los días siguientes fueron al vaivén de esos acontecimientos:

“Se lucha en Chile” y “Francotiradores resisten a la Junta Militar” se tituló el jueves 13, cuando el diario ofreció su cobertura más amplia, de once páginas. Al día siguiente, aquella lucha parecía cesar, mientras se incrementaba la represión. “Aplastan los focos de resistencia”, fue el título del viernes 14.

En esa misma edición, un recuadro que refleja el clima de época: “Sólo cuatro gobiernos en Latinoamérica están en poder de los civiles: Venezuela, Colombia, Argentina y Guyana” (aunque este país no corresponde a la esfera latinoamericana sino que era una ex colonia británica.

Para el ambiente del espectáculo, la atención popular se concentraba en otro de los estrenos cinematográficos de la dupla Olmedo-Porcel: “Los doctores las prefieren desnudas” (un título audaz para la época). La Selección de fútbol, dirigida por Enrique Omar Sívori, preparaba sus partidos ante Paraguay y Bolivia por las Eliminatorias. Y el lunes 17, mientras el título principal del diario era “La Junta en Chile intima a normalizar el trabajo”, compartía el despliegue con el fútbol. Pero no tanto el de la Selección (1-1 en su visita a Paraguay) sino la coronación de Huracán, por primera vez -y única hasta hoy- en la historia del profesionalismo. El equipo dirigido por César Luis Menotti celebró el título aquel domingo, a pesar de su caída por 1-2 ante Gimnasia. Y una foto de Omar Larrosa llevado en andas copaba la tapa de nuestro suplemento deportivo.


Source link

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba