El Sínodo de los Sinodos comenzó a trabajar este jueves bajo el signo de la libre discusión interna y las bocas cerradas a los demás, en particular a los periodistas. Una estricta censura que según el Papa “se debe a la necesidad de implantar un cierto ayuno de la palabra pública y de lo que se publica en este ambiente”.
La sala Pablo VI del Aula Magna de las Audiencias Generales fue poblada este jueves por la mañana por los 365 delegados, entre ellos 54 mujeres con derecho a voto, y otros personajes reunidos en los Círculos Menores.
Cardenales y monjas se mezclaron en las mesas redondas de 12 puestos cada una, sin respeto del sentido jerárquico. En total 464 participantes, incluyendo observadores e invitados especiales.
El Papa recordó a todos que el protagonista del Sínodo es el Espíritu Santo y que «interpretar lo que el Espíritu transmite hará que el Sínodo vaya bien”.
Disputas entre conservadores y progresistas
Extraño inicio: lo resaltó uno de los cinco cardenales conservadores que han enviado mensajes con dudas teológicas al Papa que han producido los encontronazos inaugurales entre conservadores y progresistas.
Según el cardenal chino Joseph Zen, de 91 años, perseguido por el régimen comunista de Beijing, había que comenzar con las discusiones generales y después pasar a los Círculos Menores menores iniciados este jueves, y no al revés.
Zen manifestó sus temores que el Sínodo entre en crisis rápidamente porque se ha impuesto una mescolanza entre laicos y obispos que pueden “dañar el poder sacro de la figura episcopal”.
Otro de los cardenales de los cinco ultramontanos, el norteamericano Thomas Burke, dijo que el Sínodo se iniciaba en un clima de “caos total” y enderezó las culpas al presidente del Dicasterio de la Fe, el argentino Víctor Fernández, al que ya los conservadores lanzan pullas como “zar de la doctrina”.
Una cierta atmósfera de guerra civil es inevitable debido al agudo enfrentamiento entre conservadores y progresistas, incubado desde que Jorge Bergoglio fue elegido Papa, en marzo de 2013, que en este Sínodo parece llegar a una rendición de cuentas entre los que piden más aperturas y democracia en la Iglesia y los que temen que las novedades embistan y deformen para siempre el magisterio y la doctrina tradicionales.
El Papa invitó a los periodistas, “que están haciendo un gran trabajo”, a que tengan en cuenta que “la Iglesia se ha detenido, esta es una pausa de toda la Iglesia en escucha”.
Temas espinosos
Bergoglio insiste en hacer comprender que es necesaria armonía y capacidad de escuchar los puntos de vista de cada uno. Incluso en los temas más diversos y las materias más complejas, que producen los debates más encendidos y que van de los reclamos de más democracia en la Iglesia al sacerdocio femenino y a los infinitos nudos de las cuestiones de los homosexuales y transexuales.
El cardenal Joseph Hollerich, jesuita, uno de los organizadores del Sínodo, reiteró: «Nosotros no somos políticos, esto no es un Parlamento y no habrá batallas entre una posición A y otra B, sino que se arribará al discernimiento”.
El pontífice insistió en que para garantizar la libertad de expresión de cada uno y la serenidad del discernimiento común, cada participante tiene la obligación de mantener la reserva. “Esta obligación resta en vigor también una vez terminado el Sínodo”, destacó.
A todos los participantes se les ha prohibido registrar, filmar y divulgar las intervenciones en las Congregaciones Generales y en los Círculos Menores.
El Papa recordó las experiencias anteriores, cuando en el Sínodo sobre la familia, las expectativas externas se contraban en la decisión sobre la comunión a los divorciados. En cambio en el Sínodo de la Amazonia, el tema príncipe fue la creación de los “viri probati”, que el Papa no aprobó en en su documento final. Se refiere a ordenar sacerdotes a católicos casados y jefes de familia para palar la falta de curas en la inmensa selva tropical.
El Papa aseguró a los cinco cardenales ultraconservadores que le expresaron por escrito sus “dubbia” (dudas) teológicas que de este Sínodo no saldrá un nuevo tipo de matrimonio. Seguirá el milenario sistema del casamiento católico entre solo un hombre y una mujer.
Tampoco habrá sacerdocio de las mujeres, garantizó Francisco.
El Papa hizo este jueves un llamado a no transformar el Sínodo en un Parlamento. A dejar afuera “estrategias humanas, cálculos políticos y batallas ideológicas”.
El Papa se encuentra en el medio de las presiones hostiles entre la agenda ultra aperturista de la Iglesia de Alemania, con los obispos a la cabeza que quieren la bendición de las parejas homosexuales, el matrimonio de las mujeres, una nueva organización interna de las estructuras eclesiásticas, un rol más institucional de los laicos en la Iglesia y otorgar de una vez el acceso al sacerdocio de las féminas, comenzando lo antes posible por la reimplantación del diaconado de la mujer que existió en la vieja Iglesia y una apertura total a los transexuales.
El problema grueso es que el empuje de los alemanes lleve a que el Sinodo se convierta en “una reunión parlamenaria” con un “plan de reformas”.
Los conservadores quieren que ningún cambio sea aprobado, que la Iglesia Inmóvil siga respetando todos sus principios.
La posición conservadora de la mayoría de los obispos norteamericanos es apoyada en Europa por sus colegas de Polonia y Hungría, que temen un ataque demoledor a la doctrina.
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