La Iglesia vive una crisis sorpresiva por las reacciones duras de cientos de obispos y conferencias episcopales enteras que han condenado el documento pontificio Fiducia Supplicans que autoriza la bendición de parejas del mismo sexo aclarando que se trata de un gesto pastoral que no influye en las bendiciones y acciones litúrgicas.
El matrimonio católico entre un hombre y una mujer abierto a la natalidad está a salvo, sostienen el Papa y el cardenal también argentino Víctor “Tucho” Fernández, que llegó a Roma en Julio para convertirse en el brazo derecho del pontífice como prefecto de la Doctrina de la Fe.
Mientras se extienden las polémicas, las aclaraciones y el clima de desorientación en la Iglesia, mirando en perspectiva la peor crisis del pontificado de diez años de Jorge Bergoglio, saltan a la vista los antecedentes que llevaron al brote del enfrentamiento abierto entre progresistas y conservadores a partir del fatal documento del 18 de diciembre que autoriza la bendición pastoral a dos personas del mismo sexo por parte de un sacerdote.
Aunque el documento ideado por Fernández, aprobado por el Papa, y las aclaraciones posteriores en un Comunicado de Prensa firmado por el cardenal argentino establecen que la bendición a homosexuales católicos, en particular parejas, representan un gesto pastoral y no ritual, sagrado, que no tienen nada que ver con un matrimonio católico, el huracán de protestas abarca una buena parte del catolicismo mundial, con un pico de reacción muy fuete: la de las iglesias africanas.
En el continente donde más se expande la fe católica, la rebelión de las conferencias episcopales nacionales y de sacerdotes y feligreses adquiere dimensiones preocupantes.
La base de toda esta demostración contraria que afecta en pleno la autoridad del pontífice argentino es la propia cultura histórica de los africanos, contrarios a las actividades homosexuales, que hasta en algunos casos van más allá de penas prolongadas de cárcel y elevan los castigos a la pena de muerte.
Nigeria, el país más poblado de África, con 46 millones de católicos, dijo “no” a la novedad de las bendiciones pastorales, mientras las conferencias episcopales del continente se consultan acerca de la oportunidad de reunirse para considerar la espinosa cuestión.
Es conveniente leer la crisis en perspectiva. Cuando su gobierno pastoral cumple diez años, el Papa afronta un panorama nuevo de su reinado. El 31 de diciembre de 2022 murió el Papa Emérito Joseph Ratzinger, a los 95 años. Casi diez como Papa emérito, condición única: había renunciado a 85 años como Papa Benedicto XVI, novedad extraordinaria en la Iglesia, donde el caso de un Papa que renuncia por propia voluntad se remonta a casi siete siglos.
La muerte de Ratzinger, un extraordinario teólogo conservador que fue brazo derecho del Papa polaco San Juan Pablo II desde la condición de prefecto de la Doctrina de la Fe, cargo del cual es sucesor el cardenal argentino Víctor Fernández, dejó a las facciones tradicionalistas sin su líder.
Cambios, polémica y peleas internas
En 2023 el Papa pudo así abordar sin problemas su deseada iniciativa de abrir la etapa final de su pontificado con cambios y reajustes doctrinales para los que llamó en auxilio al cardenal Fernández. Hay que recordar la frustración que se vivió en 2020 cuando se realizó el Sínodo Mundial sobre la Amazonia.
Los padres sinodales aprobaron iniciativas revolucionarias como el de los “viri probati”, jefes de comunides que ayudarían a aliviar la falta dramática de sacerdotes en la Amazonia. Casados y jefes de familia. La medida además se restringía a las zonas amazónicas. También otras decisiones progresistas.
Pero aunque el Sínodo de Obispos apoyó ampliamente los cambios, en el documento final que elabora el Papa, todas las reformas importantes no fueron consideradas por Jorge Bergoglio.
Francisco abrió un nuevo período, el de la fase final de su pontificado (el Papa cumplió el 17 de diciembre 87 años), que comenzó en octubre 2023 con la primera fase del Sínodo de los Sínodos, una gran asamblea de obispos mundiales, que será completada con una segunda fase en octubre de este año que recién comienza.
El objetivo es promover los cambios pero manejando el freno para contener las pretensiones más fuertes de progresistas y conservadores y salvar a la Iglesia de cualquier impulso cismático.
Las tensiones más peligrosas son las posiciones ultras de progresistas y conservadores que pueden llevar a roturas graves.
Francisco logró en la primera fase del Sinodo contener los cambios pretendidos por los progresistas.
La gran mayoría ignoraba que el Papa había puesto silenciosamente en marcha una operación de cirugía mayor. La apertura hacia los homosexuales, que representan para los progresistas una gigantesca bola de plomo para un pontificado que quiere afrontar de una buena vez una cuestión que envenena a la Iglesia.
Es en la región europea donde más se cuentan los obispos, sacerdotes y laicos que quieren afrontar de una buena vez el problema.
El 7 de noviembre pasado. El Papa emitió a media voz el grito salvaje: “La Iglesia está abierta a todos, todos, todos”.
Una recomendación clara. La nueva línea fue el estreno mundial del tema más al rojo vivo en la Iglesia. La interpretó un documento del teólogo argentino cardenal “Tucho” Fernández aprobado por el Papa.
El texto disuelve algunas dudas teológicas, poniendo negro sobre blanco que también los transexuales pueden pedir y recibir el bautismo, pueden ser padrinos y testigos de matrimonios. El documento del prefecto para la doctrina de la fe da el vía libre a los padrinos homosexules que conviven con otra persona. Basta que “conduzcan una vida conforme a la fe”.
Aunque el Catecismo de la Iglesia es categórico en que además hay que incluir la castidad, el documento sobrevuela la cuestión.
El documento del prefecto Fernández se motiva en las dudas presentadas al ex Santo Oficio por un obispo brasileño que pedía ser iluminado con respecto a qué hacer si se presentan posibles participantes a los sacramentos del bautismo y del matrimonio personas trans.
El documento señala que un transexual sometido a tratamiento hormonal y a una intervención quirúrgica de cambio de sexo puede recibir el bautismo en las mismas condiciones que los otros fieles.
“En el caso, niños y adolescente con problemática de naturaleza transexual, si bien preparados y dispuestos pueden recibir el bautismo”, concluye.
A la luz de este antecedente, se ve con otros ojos el documento también preparado por el cardenal Fernández y conocido el 18 de diciembre que ha descerrajado la crisis a nivel mundial. Hay una evidente conexión lógica entre ambos documentos.
Tras el estallido de las protestas de los conservadores y el caso especial de la dura reacción de las iglesias africanas, un verdadero carbón ardiente en las manos para el Papa, el prefecto Fernández publicó un Comunicado de Prensa en el que se explayó ampliamente en la diferencia de las bendiciones pastorales y su separación con toda el área litúrgica.
Incluso hipotetizó con un ejemplo de bendición pastoral a una pareja de católicos trans, en la que el sacerdote emplea en unos 15 segundos para dar su bendición, sin conocer nada de la vida de sus fieles interlocutores que le piden que los bendiga.
La crisis mientras tanto se propaga. El famoso teólogo católico de talante conservador, cardenal Gerhard Mueller, que demolió la estantería de los recientes documentos papales, resumió en una palabra su condena: “blasfemia”.
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