La revolución AgTech y un bienvenido cambio de tendencia
Corría el año 1926 cuando Henry Wallace, productor agropecuario de Des Moines, Iowa, entusiasmado por los resultados logrados cruzando líneas de maíz en su granja, funda una compañía de semillas junto con un grupo de amigos y la bautiza como Hi-breed Corn Company. Pocos años después la compañía es rebautizada como Pioneer Hi-Bred Corn Company.
Al momento de su fallecimiento, 1965, la compañía que había fundando se había convertido en la compañía de semillas más grande del mundo. En 1999, 34 años después, la misma fue adquirida por Dupont, una compañía de química y biotecnología. Además de semejante logro, Henry fue vicepresidente de los Estados Unidos acompañando -nada menos, que- a Franklin D. Roosevelt.
Emprendedores de todo el mundo siguieron sus pasos creando cientos de empresas que dinamizaron este nuevo negocio y apellidos como Dekalb, Garst, Northrup, Stine entre otros, se convirtieron en marcas reconocidas a nivel global.
Con la llegada de la Revolución Verde y la globalización de la agricultura estos semilleros comenzaron a establecer redes globales, y, las parcelas experimentales se expandieron por todas las áreas agrícolas del planeta. Quien pudiera sembrar más parcelas tendría mayor cantidad de datos y, a partir de allí, podría desarrollar los mejores productos. Adicionalmente, disponer de mayor cantidad de parcelas permitía entender el comportamiento de cada producto frente a distintas condiciones ambientales, lo que significaba menores riesgos a la hora de lanzar el producto al mercado.
De la mano de la internacionalización del negocio y de la presión por alcanzar economías de escala comenzó -hacia fines del siglo XX- la consolidación de este negocio. A fines de los ochenta, las diez empresas semilleras más grandes del mundo -entre ellas, la compañía fundada por Wallace- representaban un 15 % del mercado semillero global, mientras que el porcentaje restante se distribuía entre una multitud de compañías medianas, muchas de ellas, todavía, familiares.
En 1996 Monsanto lanzó al mercado la biotecnología agrícola y -a partir de aquella disrupción- la consolidación del negocio se aceleró aún más, a tal punto que en la actualidad sólo tres empresas (Bayer, a partir de la compra de Monsanto en el 2018; Corteva, resultante de la fusión entre Dupont y Dow, y Syngenta) concentran el 50% de un mercado estimado en US$ 50 mil millones anuales.
Si consideramos 1926 como año de nacimiento de la industria semillera fueron necesarios casi 100 años y una disrupción tecnológica significativa para que la misma alcanzara tamaño nivel de consolidación. Procesos similares ocurrieron en la industria de los agroquímicos, la maquinaria agrícola y el trading. Toda mi carrera profesional ocurrió en una industria en consolidación. Y cuando uno habla de consolidación ello equivale a decir: más concentración, más priorización, menos opciones, menos puestos de trabajo. Sólo vale la pena considerar cómo evolucionó la relación con los clientes entre aquella compañía fundada por aquel vecino de Des Moines- y las mega corporaciones actuales.
Ahora bien, no es novedad destacar que la consolidación ha sido una constante en la agroindustria. La novedoso es destacar que, con la llegada de la digitalización al sector a partir del siglo XXI, estamos experimentando un bienvenido cambio de tendencia: la explosión de nuevas compañías o emprendimientos identificados como start-ups convencidos – como Henry Wallace lo estaba- de su capacidad de crear un gran negocio global. Sólo en la Argentina se han creado más de 200 empresas en este ecosistema en los últimos 10 años.
No es fácil poner una fecha a esta nueva era, ni siquiera es fácil agrupar a estos emprendedores bajo una determinada categoría. Personalmente, me gusta identificar 2006 como fecha de nacimiento del negocio digital del agro, cuando dos empleados de Google (David Friedberg y Siraj Khaliq) fundaron The Climate Corporation. Compañía que fuera adquirida por Monsanto -apenas 7 años después- por 1,1 billion de dólares. Será la historia la que termine de fijar esa fecha.
Mientras hay quienes comienzan a cuestionar el verdadero impacto de los start ups Ag Tech en el sector o se impacientan por el tiempo que demoran en alcanzar resultados y llegar al Nirvana de la rentabilidad, vale la pena recordar que al exitoso Henry Wallace le tomó 23 años llegar al millón de bolsas de semillas y que recién en 1970 (44 años después de su fundación) comenzó a identificarse como “Internacional”.
Seguramente no podemos comparar los tiempos de Henry Wallace actuales, tampoco sabemos si algunos de los nuevos start ups AgTech llegará a emular sus logros (personalmente no tengo dudas). No obstante, después de tantos años de consolidación, esta explosión de oportunidades que la revolución digital del agro está trayendo al sector agropecuario es una noticia digna de celebrarse.
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