Los primeros pasos del outsider inexperto
Hace muchos días que la motosierra de la campaña no aparece en escena. Las últimas estridencias de Javier Milei se escucharon en la arenga del domingo a la noche cuando gritó “Viva La Libertad, carajo!!”. En las varias entrevistas periodísticas concedidas estos días el Presidente electo nunca elevó la voz ni hizo gestos ampulosos. Habló sentado (costumbre llamativa) siempre sobre el borde de la silla o sillón. Con riesgo de caerse. Algo de la estética va mutando en el dirigente libertario.
El outsider inexperto que dio vuelta como una media al sistema político se comportó con prudencia y reflejos políticos frente a los primeros desafíos. Pulseó con Sergio Massa y con Alberto Fernández por los días de transición que restan hasta el 10 de diciembre. Desestimó la picardía del ahora solo ministro que pretendió endilgarle la responsabilidad de la economía hasta la asunción. Por esa razón sigue resguardando (también porque en su cabeza cavila sobre dos candidatos) el nombre de quien se haría cargo del área más sensible del futuro Gobierno.
Massa debió retroceder cuando pretendió desentenderse de la transición e hizo trascender, en su entorno, que se tomaría una licencia hasta diciembre. Lo mismo sucedió con su esposa, Malena Galmarini, en Aysa. La mujer cruzó de inmediato con nobleza el rumor: lo desmintió. El ex candidato dejó instalada la incertidumbre hasta el lunes al mediodía. Recién entonces difundió una foto al comando de su equipo de colaboradores.
En ese breve interín ocurrieron cosas. Cristina Fernández le hizo saber la inconveniencia de su actitud. La crisis no da espacio para juegos. Ella misma tomó la decisión de cancelar la visita programada a Italia, donde en Nápoles pensaba disertar sobre la “Insatisfacción democrática”. La marea mileísta no parecía la mejor carta de presentación para la clase de la vicepresidenta del Gobierno. Alberto Fernández, en su milésimo chat del día, también le formuló una advertencia al líder renovador. Massa sigue al frente del descalabro económico pero se quitó de encima el peso de tener que explicar personalmente a los hombres del presidente electo la utilización de millonarios fondos del Estado para financiar la campaña. Nombró una comisión que se encargará de la transición.
La resolución de ese capítulo habilitó el otro paso. El más importante. El encuentro entre Alberto y Milei. El de los presidentes. El dirigente libertario parece tener un gran respeto por la formalidad institucional. Trató a Fernández de “usted” y de Presidente. Una forma similar a la que utiliza en los cónclaves con Mauricio Macri. También lo llama “presidente” como es la tradición en Estados Unidos de aquellos que ya no lo son.
Se convinieron lo equipos que se encargarán del desarrollo de las negociaciones hasta el traspaso del mando y se sobrevolaron muchos temas. Algunos del ámbito internacional que podrían haber detonado alguna chispa. No sucedió, al margen de las diferencias, por la prudencia de los interlocutores. El Presidente en ejercicio, por ejemplo, mencionó que tres días antes del 10 de diciembre estará en Brasil para una reunión del Mercosur en la cual participará el anfitrión, Lula da Silva. Subrayó la importancia que tiene el principal vecino de la Argentina en el plano comercial.
Milei asintió pese a las miradas divergentes que se advierten en ese plano. El Presidente electo es muy crítico del funcionamiento del bloque comercial. Incluso más que los reparos que viene sosteniendo el uruguayo Luis Lacalle Pou. También sobrevuela una grieta personal con Brasil. El libertario acusó en algún momento de “comunista y corrupto” a Lula. El dirigente del PT, a diferencia de Nicolás Maduro, el dictador de Venezuela, felicitó por su victoria al libertario excluyendo cualquier opinión. El líder venezolano lo denostó.
El gesto de Lula ocurrió casi en paralelo con una comunicación que Milei mantuvo con el ex presidente brasileño Jair Bolsonaro. A quien efusivamente invitó para la asunción del 10 de diciembre. El ex canciller Celso Amorín, principal asesor en materia de relaciones internacionales, comunicó enseguida que Lula no vendrá a Buenos Aires. Allí está abierta una brecha que Milei, en algún momento, debería pensar en subsanar. Para no repetir, por cuestiones de amiguismo, lo mismo que Alberto hizo mientras Bolsonaro estuvo en el Planalto. Los intereses nacionales tendrían que primar sobre los enojos personales o el ideologismo atrofiante.
En ese aspecto, quizás por primera vez en su prolongado papado, Francisco se encargó de brindar un gran ejemplo. Llamó en las últimas horas al presidente electo para felicitarlo. Algo que no hizo ni siquiera con Macri. El ingeniero tomó en esa ocasión la iniciativa para felicitarlo, siete días después de su asunción, con motivo del cumpleaños de Su Santidad.
El gesto de Francisco conlleva valores adicionales. Había sido duramente criticado por Milei en sus épocas más ardorosas de campaña. Con palabras agraviantes. Es cierto que luego supo disculparse. En especial cuando fue interpelado de modo prepotente por Massa en el último debate presidencial. Justo de parte del líder renovador, a quien nunca el Papa le atendió el teléfono ni los intentos de mediaciones. Nunca olvidó las maniobras del ex candidato para sustituirlo como Arzobispo de Buenos Aires. Cuando oficiaba como jefe de Gabinete de Cristina y era azuzado por Néstor Kirchner.
Tampoco habría que olvidar de otras cosas. Sectores de la Iglesia Católica, en actitud sin precedentes en 40 años de democracia, desarrollaron una campaña abierta en contra de Milei. Se observó, por caso, durante la última peregrinación a Luján. El equipo de Curas de Villas y Barrios Populares montaron en septiembre una misa de “desagravio contra el Papa” con los cañones apuntados contra el ahora Presidente electo. Aquel grupo siempre mantuvo nexos inconfundibles con el kirchnerismo. Algo podría haber empezado a cambiar.
Existió un prólogo para el gesto de Francisco. La Conferencia Episcopal hizo conocer su incomodidad por la decisión de haber involucrado a la Iglesia en una campaña política. El domingo de la victoria de Milei, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Garcia Cuerva, nominado expresamente por Bergoglio, pregonó en la misa tradicional que no hay que “tomar decisiones con miedo”. Sobre ese pilar se apuntaló la campaña kirchnerista y de Massa.
El Papa y la Iglesia Católica recogieron un dato incontrastable que dejó el balotaje. El voto por Milei resultó transversal y volvió a arrastrar, como había sucedido en las PASO, a sectores humildes e identificados habitualmente con el peronismo. Bastó con observar la barrida en el NOA-NEA, con excepción de Formosa y Santiago del Estero. También en la Ciudad donde se impuso en casi todas las comunas fronterizas con el conurbano.
Envuelto en la cautela, Milei repuso algunas de sus propuestas privatizadoras. Sabe que el corazón de la crisis económico-social le demandará otra imaginación y otro esfuerzo. El diagnóstico de su socio principal, Macri, no lo debe haber tranquilizado. Dijo que la herencia que recibirá es varias veces peor de la que recibió él mismo en 2015. Que los primeros seis meses “serán durísimos” por el ajuste fiscal a que estará forzado a ejecutar. Ese horizonte está a la vuelta.
Source link