Desde que echó a la extrema derecha del poder, el presidente Lula da Silva asegura que Brasil «volvió a la normalidad», pero todavía queda por recomponer los lazos con el Ejército, muy presente en el anterior gobierno de Jair Bolsonaro.
Las tensiones quedarán, al menos aparentemente, alejadas este jueves durante el desfile de las Fuerzas Armadas con motivo del Día de la Independencia, un acto presidido por Lula en Brasilia.
Bajo el mandato de Bolsonaro, los militares tuvieron gran protagonismo, inclusive en altos cargos del gobierno.
Integrantes de su base electoral, Bolsonaro contó con los militares en su carrera por la reelección frente a Lula en los comicios de 2022, marcados por una fuerte polarización.
Y todavía resta por aclarar si miembros de las Fuerzas Armadas jugaron algún papel en la asonada del 8 de enero, cuando miles de bolsonaristas vandalizaron las sedes de los tres poderes en Brasilia, pidiendo que los militares derrocaran el gobierno de Lula que acababa de asumir.
El presidente dijo el martes que quiere que la celebración del 7 de septiembre vuelva a ser «de todos», en un clima de «democracia» y «unión».
«Hay un clima más civilizado en el país», dijo el analista político Marco Antonio Carvalho Teixeira, de la Fundación Getulio Vargas.
«Las vísperas de los festejos son prueba de ello: no hemos visto tensiones ni amenazas de ruptura institucional», agregó Teixeira, en alusión a la política que marcó el mandato de Bolsonaro.
Aunque la relación de Lula con los militares continúa siendo «muy delicada», advirtió.
Las Fuerzas Armadas de Brasil son consideradas próximas a Bolsonaro, un declarado nostálgico de la dictadura (1964-1985) que contrató a miles de uniformados en su administración.
Alineados
«La gran mayoría del personal de las Fuerzas Armadas hubiera preferido otro presidente en lugar de Lula», dijo a la AFP el brigadier retirado Paulo Chagas.
Especialmente en la reserva, muchos «idolatran» a Bolsonaro, añadió el general.
Lula, un exlíder sindical que se opuso a la dictadura y gobernó el país entre 2003 y 2010, ha vivido momentos de tensión con los uniformados desde que regresó al poder el 1 de enero.
Tras la asonada en Brasilia, despidió al comandante del Ejército. Y su gobierno impulsa un proyecto de ley para prohibir que los militares en activo tengan cargos políticos.
Aunque también hizo un gesto en señal de paz al destinar 52.800 millones de reales (USD 10.600 millones) a proyectos de defensa como parte de un megaprograma de inversiones en infraestructura de casi USD 348.000 millones anunciado el mes pasado.
Lula, de 77 años, goza de un índice de aprobación de 60%, en medio de datos económicos alentadores, que han superado las expectativas.
Mientras tanto, la oposición se ha mantenido en relativo silencio, sobre todo desde que Bolsonaro pasó a ser investigado por las autoridades en casos susceptibles de conducirlo a la cárcel y fue declarado inelegible hasta 2030 por desinformar sobre el sistema de votación.
En ese contexto, y tras décadas intentando proyectar una imagen profesional ajena a la política, las Fuerzas Armadas atraviesan una «enorme crisis de identidad», dijo Nelson During, editor del sitio web especializado DefesaNet.
Militares que integraban el círculo íntimo de Bolsonaro se han visto implicados en algunas de las investigaciones que rondan al expresidente, inclusive con sospechas de que lo ayudaron a desviar joyas que recibió como regalos oficiales de Arabia Saudita.
Una investigación parlamentaria sobre la asonada en Brasilia trata de averiguar si militares participaron en una trama golpista tras la derrota de Bolsonaro, entre ellos un ayudante cercano al entonces presidente.
En abril, Lula dijo que se sentía «ofendido» con los militares, pero aseguró que no guarda «rencor».
«Este ya no es el ejército de Bolsonaro… es el ejército brasileño», afirmó.
Al mismo tiempo, los militares fueron criticados por los bolsonaristas que esperaban su apoyo en la asonada del 8 de enero.
«Nunca olvidaremos su traición, generales», rezaba uno de los mensajes que se volvieron virales en las redes sociales en los últimos días, llamando a los conservadores a «quedarse en casa» este 7 de septiembre.
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