Ekaterina Duntsova es una mujer normal, una doña nadie, una vecina cualquiera. Periodista de una televisión local de Moscú y madre de tres niños, a sus 40 años toda su actividad no profesional se limitaba a colaborar con una asociación de búsqueda de personas desaparecidas. Fue electa en el pasado como miembro del consejo municipal de Rjev, una pequeña ciudad de 60.000 habitantes al norte de la capital rusa.
Una rusa de lo más corriente, una entre miles, y a la vez una rusa tan rara y extraordinaria que el 16 de noviembre anunció que presentará su candidatura a las elecciones presidenciales del próximo marzo, que desafiará al todopoderoso hombre del Kremlin, uno de los hombres más influyentes del planeta, el presidente ruso Vladimir Putin.
No tiene antecedentes familiares o de amistad con los círculos del poder, no es descendiente de ninguna familia rica o cercana al poder, la inmensa mayoría de los rusos no la conocen, pero podrían encontrarse con su nombre en una papeleta junto a la del presidente Putin cuando vayan a votar en marzo.
The Moscow Times, un diario en inglés y crítico con el Kremlin, la entrevistó la semana pasada. En la entrevista cuenta que su falta de experiencia política no es un hándicap: “Soy diferente en ese sentido porque estoy metida en el discurso político local. Es importante para mí vivir como la mayoría de los habitantes del país. Todos sus problemas, todas sus preocupaciones, me son cercanas”.
El diario en inglés asegura que es “una candidata independiente con un programa a favor de la paz” con su vecina Ucrania. Ella critica la situación política de Rusia. En su página web escribe que “desde hace al menos 10 años el país va en la mala dirección, no se pone el foco en el desarrollo sino en la autodestrucción”.
También escribe que “cada día la vida de los rusos ordinarios se hace más difícil. Los ciudadanos no pueden exprimir libremente sus opiniones si no coinciden con la posición de las autoridades”.
Sobre el papel parecería que una mujer así, sin más estructura política y desconocida para la inmensa mayoría de los rusos difícilmente podría ser candidata e inquietar al poder, pero la Fiscalía ya la convocó para dar explicaciones sobre algunas declaraciones, sobre todo las relacionadas con la guerra contra Ucrania.
Preguntas
Cuando anunció que presentaría su candidatura para destronar a Putin del Kremlin, la mujer escribió que quiere “que Rusia sea un Estado democrático, próspero y pacífico”. Sobre la guerra dice que “tarde o temprano, todo conflicto armado llega a su fin y espero que este acabe lo más pronto posible. La gente está muy cansada de lo que pasa, pero ese cansancio no se exprime”.
Tras visitar la Fiscalía, donde fue interrogada, aseguró que le habían preguntado por sus opiniones sobre la guerra de agresión rusa contra Ucrania, sobre la situación política del país y sobre el gobierno de Putin.
Dice que tiene miedo (en Rusia en la última década y media han muerto asesinados, con las sospechas puestas en el poder, periodistas, políticos y activistas pro democracia, mientras otros viven largas condenas de prisión) y que “toda persona sensata que da este paso tendría miedo, pero el miedo no debe ganarnos”.
¿Pueden los rusos encontrarse con su papeleta cuando vayan en marzo a votar en unas elecciones en las que saben que el presidente Vladimir Putin, que todavía no presentó oficialmente su candidatura, ganará igualmente? Duntsova tiene por delante un camino de obstáculos. En primer lugar, debe tener el apoyo de lo que se conocen como “grupos de interés político”, una pequeña asamblea de 500 personas que sostenga su candidatura. Ese número debería poder conseguirlo en su localidad.
El segundo obstáculo es más difícil de flanquear. La normativa le exige contar con 300.000 firmas de electores que vengan de al menos 40 regiones de Rusia. Esa lista debe someterse a la Comisión Electoral Central. Es decir, quien firme quedará marcado para siempre como alguien que quiso destronar a Vladimir Putin, mala carta de presentación en la Rusia del año 2023.
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