Donald Trump arrasó el lunes en las internas republicanas de Iowa, la primera votación que enfrentó luego de que perdiera con escándalo las elecciones presidenciales de 2020. En este estado rural y conservador, de gran mayoría de población blanca, le sacó 30 puntos de ventaja a sus más inmediatos seguidores.
Dos candidatos republicanos decidieron abandonar la campaña después de haber cosechado apenas un puñado de votos. El vencedor está exultante y ya dice que se dedicará a resolver los grandes problemas del mundo.
Pero más allá de esos datos, la primera votación en la carrera por la Casa Blanca demostró que la alianza de Trump con sus simpatizantes del movimiento MAGA (Make America Great Again) es fervorosa, se mantiene intacta y asoma como inquebrantable. La gran pregunta hoy es cada vez más nítida: ¿Alguien es capaz de frenar su carrera hacia la Casa Blanca?
Iowa votó en medio de una ola glacial que sacude al país, con temperaturas de 30 grados bajo cero. Previsiblemente, a las 7 de la noche, los republicanos salieron a los caucus o asambleas en gimnasios, escuelas, iglesias y estaciones de bomberos en menor medida que otras citas previas. Pero los votantes de Trump, fieles al llamado de su líder, no dudaron en abandonar sus casas en medio de la nieve para sellar la victoria del magnate de manera abrumadora, con el 51% de los votos.
Otros electores, como los más moderados de la candidata y ex gobernadora de Carolina del Sur Nikki Haley, prefirieron quedarse al calor de sus hogares y eso hizo que saliera tercera, con 19,1%, detrás del gobernador de Florida Ron DeSantis, que la superó con 21,2%. Las encuestas previas le daban a Haley el segundo puesto, por eso el golpe fue grande para ella.
En Iowa quedó más que patente aquello que alguna vez Trump había señalado durante la campaña a la presidencia de 2016: que él era capaz de disparar y matar a alguien en medio de la 5ta avenida de Nueva York, con miles de testigos, y la gente lo seguiría apoyando. Sus seguidores (Trump sacó unos 75 millones de votos en 2020) lo aman pase lo que pase, hay una devoción casi religiosa que va más allá del raciocinio. Las balas le resbalan. El “efecto teflón” del que alguna vez se dijo de Bill Clinton.
Un 65% de los republicanos cree que Joe Biden no es el legítimo presidente y que Trump en realidad ganó las elecciones. La mayoría asegura que los 91 cargos por los que es acusado el ex presidente –entre ellos conspirar para alterar los resultados de los comicios, llevarse documentos clasificados y evadir impuestos de su empresa— son producto de una conspiración judicial y demócrata para evitar que Trump vuelva al poder.
Ningún fallo parece mover el amperímetro de sus seguidores. Tampoco el asalto al Congreso, atizado por el expresidente.
A pesar de ser un multimillonario de un estado liberal como Nueva York, Trump atrapa a la clase trabajadora blanca y conservadora que dice perder sus trabajos en manos de los inmigrantes y quiere eliminar la cultura progresista o “woke”, vista como anti-estadounidense y reductora de las libertades individuales. El carisma y la simplicidad con la que Trump les habla los atrapa, entretiene y les da esperanza de volver a la prosperidad que él les promete.
No es solo la clase trabajadora. Cada vez más graduados universitarios se estarían volcando por el magnate. Un reciente artículo de The New York Times señaló que muchos de los más educados describen los juicios contra Trump como “excesivos” e “injustos” y quieren que Estados Unidos priorice los problemas domésticos como la inmigración y las altas tasas de interés y no los internacionales.
Es verdad que el estado de Iowa, rural, cristiano y blanco, no refleja el paisaje de todo el país. Pero Trump recibió un enorme impulso y la carrera republicana ahora está más despejada. El empresario que salió cuarto, Vivek Ramaswamy, renunció a su candidatura y dio su apoyo a Trump. El sexto, Asa Hutchinson, también se bajó.
La semana que viene hay primarias en New Hampshire y el panorama allí será distinto porque es un estado más moderado e independiente. Sin embargo, las encuestas dan también como ganador a Trump, aunque por menos margen.
Falta aún, pero el expresidente busca terminar lo antes posible la interna para no gastar tanto dinero, dedicarse a sus problemas judiciales y enfocarse en la campaña contra Biden, que no tiene rivales en las primarias. Necesita que sus rivales tiren la toalla lo antes posible. New Hampshire será un gran test: Haley es la más moderada, antitrumpista y globalizada, mientras que DeSantis es descripto como un “miniTrump” más conservador pero que promete menos caos. Por ahora, ninguno le hace sombra al líder.
Del otro lado, Biden espera a su rival, en una reedición del histórico duelo de 2020 en el que el demócrata salió victorioso y el republicano no lo reconoció. Pero la pelea no le será nada fácil. Tiene 81 años y será el candidato de más edad de la historia estadounidense en competir y eso es un lastre.
También, según los sondeos, es cuestionado por el manejo de la economía: aunque el país crezca, la inflación haya bajado a 3,4 anual, el desempleo haya caído, un 55,8% percibe que Biden no ha hecho un buen trabajo en ese aspecto. Además, los estadounidenses cada vez están menos favorables a que el país intervenga en conflictos complejos y caros como la guerra en Ucrania y Gaza.
Los demócratas creen que Biden es el único que hoy puede frenar a Trump y su campaña se basará en la lucha entre la democracia o el caos. El promedio de los sondeos asigna hoy un empate entre ambos. Su gran chance será seducir al electorado independiente porque la base trumpista sigue intacta y con posibilidad de expandirse.
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